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Acerca de la historia: La Leyenda del Duende es un Legend de peru ambientado en el Contemporary. Este relato Descriptive explora temas de Nature y es adecuado para All Ages. Ofrece Moral perspectivas. El viaje de un niño al corazón del bosque revela la verdad detrás de una antigua leyenda.
En el corazón del folclore sudamericano, existe una leyenda susurrada en la noche: una historia que ha acechado bosques, montañas y aldeas durante generaciones. La leyenda del Duende es una que trasciende fronteras, conocida en diversas formas en países como Argentina, Chile, Perú y Colombia. Se dice que estos seres elusivos y traviesos habitan en los rincones oscuros del mundo, donde tejen su magia y travesuras. Mientras algunos dicen que son protectores de la naturaleza, otros advierten que sus intenciones pueden ser mucho más siniestras. Lo que sigue es el viaje de un joven llamado Mateo, cuya vida cambia para siempre cuando se encuentra con un Duende en lo profundo de las selvas del Amazonas.
La Aldea de Tarpia
En una pequeña y remota aldea llamada Tarpia, ubicada a lo largo del río Amazonas en Perú, vivía un niño llamado Mateo. Mateo era un curioso y aventurero niño de doce años que amaba explorar los densos bosques que rodeaban su aldea. A pesar de las advertencias de sus mayores, a menudo se aventuraba mucho más allá de la seguridad de la aldea, cautivado por los sonidos y las vistas de la naturaleza salvaje.
Una noche, mientras el sol se ocultaba en el horizonte, tiñendo el dosel forestal con un brillo dorado, la abuela de Mateo se sentó junto al fuego y comenzó a contarle la leyenda del Duende. Su voz, áspera por la edad, tejía la historia de una criatura misteriosa no más alta que un niño pequeño, con un sombrero de ala ancha, ojos agudos y dedos largos. Se decía que el Duende podía hacerse amigo o embaucar a quienes cruzaran su camino. Las historias de la abuela siempre fascinaban a Mateo, pero esta le erizó la piel. "Cuidado con el Duende, Mateo", le advirtió. "No deben tomarse a la ligera".
Pero la curiosidad de Mateo solo creció, y esa noche, mientras yacía en la cama, decidió adentrarse más en el bosque al día siguiente con la esperanza de encontrar a este ser místico.
Hacia el Bosque
A la mañana siguiente, Mateo empacó una pequeña bolsa con algo de pan, carne seca y una botella de agua. Entró al bosque, su corazón latiendo con emoción. Caminó durante horas, entrelazándose entre el denso follaje, escuchando los sonidos de los pájaros y las hojas susurrando, hasta que se encontró en una parte del bosque que nunca había visto antes.
El aire se volvió denso y los árboles parecían inclinarse hacia él, sus ramas crujían como huesos antiguos. De repente, una melodía extraña flotó en el aire: suave, inquietante y llamante. Mateo siguió el sonido, sintiendo como si fuera arrastrado a un trance. Allí, en un pequeño claro, lo vio. El Duende.
Era más pequeño de lo que esperaba, con piel oscura y coriácea y ojos penetrantes que brillaban como estrellas. Su sombrero de ala ancha estaba deshilachado, y llevaba un chaleco raído hecho de hojas. Miró fijamente a Mateo, y por un momento, ninguno de los dos se movió. Luego, el Duende sonrió, revelando dientes afilados y dentados.
"No deberías estar aquí", susurró con una voz como el viento que susurra entre los árboles.
Pero Mateo, lleno de una mezcla de miedo y fascinación, dio un paso más cerca. "¿Eres un Duende?" preguntó.
La criatura inclinó la cabeza. "Algunos me llaman así. Pero, ¿cómo te llamas tú, niño humano?"
"Soy Mateo", respondió, tratando de mantener la voz firme. "He venido a aprender sobre ti."
El Duende se rió. "Ah, la curiosidad. Es tanto un don como una maldición." Dio un paso adelante, extendiendo un dedo largo para tocar la frente de Mateo. "¿Te gustaría ver lo que yo veo?"
Antes de que Mateo pudiera responder, su visión se borrosó y de repente se sumergió en la oscuridad.

El Mundo del Duende
Cuando Mateo abrió los ojos, ya no estaba en el bosque. Se encontraba en un paisaje extraño, parecido a un sueño, lleno de árboles retorcidos y hongos brillantes. El aire estaba impregnado de un aroma dulce e intoxicante, y las sombras danzaban al borde de su visión. Era como si hubiera entrado en otro mundo: el mundo del Duende.
"Bienvenido", dijo el Duende, ahora de pie a su lado. "Este es mi hogar, donde el límite entre el mundo humano y el mundo de los espíritus se difumina."
Mateo observó su entorno, fascinado y asustado al mismo tiempo. "¿Por qué me trajiste aquí?"
La sonrisa del Duende se desvaneció. "Porque me buscaste, niño. Y quienes buscan deben estar dispuestos a encontrar."
El Duende lo guió a través del paisaje y, mientras caminaban, habló de tiempos antiguos cuando los Duendes eran respetados y venerados. "No somos malvados, Mateo", dijo. "Protegemos la tierra, los animales, la esencia misma de la naturaleza. Pero los humanos nos han olvidado. Talan los bosques, envenenan los ríos y queman la tierra. Estamos desvaneciéndonos de la memoria, y cuando desaparezcamos por completo, también lo hará el equilibrio del mundo."
"¿Pero qué puedo hacer yo?" preguntó Mateo, con la voz temblorosa.
El Duende se detuvo y se volvió hacia él, con los ojos ardiendo de intensidad. "Debes recordar. Y debes contárselo a otros."

La Prueba
De repente, el aire se volvió frío y el paisaje a su alrededor se oscureció. "Los espíritus del bosque están inquietos", murmuró el Duende. "Sienten peligro."
A lo lejos, Mateo vio formas oscuras moviéndose hacia ellos, con ojos brillantes de maldad. "¿Qué son ellos?" preguntó, el miedo apretando su corazón.
"Son los olvidados", respondió el Duende. "Espíritus que se han oscurecido porque los humanos los han abandonado. Se alimentan del miedo y la tristeza. Si nos alcanzan, nos arrastrarán a las sombras para siempre."
"¿Cómo los detenemos?" preguntó Mateo.
"Debes enfrentarlos", dijo el Duende. "Debes confrontar tu miedo."
Mateo tragó saliva, su corazón palpitando en su pecho. Dio un paso adelante y, al hacerlo, sintió un calor recorrerlo. Pensó en su aldea, en su familia y en las historias que su abuela le había contado. Recordó la belleza del bosque, el sonido del río, el aroma de las flores después de la lluvia.
"Regresen", gritó a los espíritus oscuros. "¡No pertenecen aquí!"
Para su sorpresa, los espíritus dudaron, sus ojos brillantes parpadeando. Dio otro paso adelante. "¡Váyanse! ¡No están olvidados! ¡Aún son parte de este mundo!"
Los espíritus emitieron un lamento triste y comenzaron a disolverse en las sombras. Mateo sintió una oleada de alivio al desaparecer, y cuando se dio la vuelta, el Duende sonreía.
"Eres valiente, Mateo", dijo. "Más valiente que la mayoría."
El Regreso
El Duende llevó a Mateo de regreso al claro en el bosque. Al salir del paisaje de otro mundo, el Duende colocó una pequeña piedra lisa en la mano de Mateo. "Este es un regalo", dijo. "Manténla cerca y te guiará cuando te pierdas."
"Gracias", dijo Mateo. "¿Te volveré a ver?"
El Duende inclinó la cabeza. "Quizás. Si realmente me necesitas."
Con eso, se volvió y desapareció en las sombras, dejando a Mateo parado solo en el claro. Miró la piedra, sintiendo su calor, y supo que nunca olvidaría este encuentro.

Epílogo: El Guardián del Bosque
Mateo regresó a su aldea, cambiado para siempre por su encuentro con el Duende. Comenzó a compartir su historia con los demás, contándoles sobre las criaturas que vivían en las sombras y los espíritus que vigilaban la tierra. Al principio, muchos se rieron, descartándolo como la fantasía de un niño, pero con el tiempo, algo empezó a cambiar. Los aldeanos empezaron a tratar el bosque con más respeto. Plantaron árboles, limpiaron el río y tomaron solo lo que necesitaban.
Y a veces, tarde en la noche, cuando el viento susurraba entre los árboles, Mateo escuchaba la suave y extraña melodía de la canción del Duende flotando en el aire, y sonreía, sabiendo que nunca estaba realmente solo.
Con el paso de los años, Mateo se convirtió en un sabio anciano, el guardián de los secretos del bosque. Fue conocido como "El Guardián", un título que le dieron los aldeanos en honor a su dedicación para proteger la tierra. Y aunque nunca volvió a ver al Duende, sabía que la criatura siempre estaba allí, observando, esperando y guiando a quienes eran lo suficientemente valientes para buscar la verdad.
Así, la leyenda del Duende perduró, pasada de generación en generación, recordando a todos los que la escuchaban que incluso en los rincones más oscuros del mundo, siempre hay una luz que guía el camino.
