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La Bruja del Volcán Irazú
A breathtaking yet ominous view of Irazú Volcano, shrouded in mist and mystery, setting the stage for the legend of the Witch of Irazú.

Acerca de la historia: La Bruja del Volcán Irazú es un Legend de costa-rica ambientado en el Contemporary. Este relato Descriptive explora temas de Nature y es adecuado para Adults. Ofrece Cultural perspectivas. Algunas leyendas nunca deberían ser desenterradas.

Hay una antigua leyenda en las tierras altas de Costa Rica, una que susurra a través de la densa niebla y perdura en el aire frío del imponente Volcán Irazú. Habla de una mujer, tanto temida como venerada, que una vez vivió en las laderas de la montaña: una hechicera ligada a la tierra por una maldición tan antigua como el propio volcán. Algunos la llaman guardiana, otros, un espíritu vengativo.

Pero todos los que escuchan su historia saben una cosa: la montaña no olvida, y aquellos que la trasgreden pueden nunca regresar.

Isabella Fernández había pasado años persiguiendo tales mitos, su fascinación rozando la obsesión. Como historiadora, había dedicado su vida a desentrañar los misterios del folclore, creyendo que detrás de cada cuento había una verdad oculta. Pero algunas historias, como pronto aprendería, es mejor dejarlas sin contar.

El Ascenso

El aire de la mañana estaba fresco cuando Isabella y su colega, Diego Morales, se encontraban en la base del Volcán Irazú. La imponente cima se alzaba sobre ellos, parcialmente envuelta en niebla. Habían llegado antes del amanecer, con la esperanza de contemplar el sol naciente desde la cumbre, pero al comenzar su caminata, la luz se mantenía obstinadamente oculta tras gruesas nubes.

—¿Estás seguro de que esto es una buena idea? —preguntó Diego, ajustando la correa de su cámara. Su voz estaba cargada de inquietud.

Isabella puso los ojos en blanco. —Fuiste tú quien suplicó unirse, ¿recuerdas?

—Sí, por la aventura, no porque realmente crea en brujas.

Ella sonrió con malicia, avanzando por el sendero rocoso. —Ese es el problema, Diego. La gente desestima las leyendas sin buscar la verdad.

Continuaron su ascenso, el silencio de la montaña apretando a su alrededor. Cuanto más subían, más el aire llevaba una quietud inquietante, como si la misma tierra contuviera la respiración.

Entonces, justo cuando doblaban una curva en el sendero, una figura emergió de la niebla.

Una mujer encapuchada vestida de negro se encuentra en un sendero montañoso envuelto en niebla, levantando una mano en señal de advertencia hacia el Volcán Irazú.
Una misteriosa mujer encapuchada aparece en los senderos nebulosos del volcán Irazú, lanzando una advertencia ominosa a aquellos que se atreven a aventurarse más allá.

Una mujer, vestida de negro, se encontraba al borde del camino. Su rostro estaba oculto bajo una capucha profunda, su presencia inquietantemente quieta.

Diego se tensó. —Uh... ¿Isa?

El corazón de Isabella latía con fuerza, pero se obligó a mantenerse calmada. —Disculpe —llamó, acercándose—. ¿Vive usted aquí?

La mujer levantó una mano y señaló hacia la cumbre. Su voz, baja y rasposa, se escuchó a través de la niebla.

*"Regresen. Ella no los recibe."*

Antes de que Isabella pudiera responder, la mujer se desvaneció en la niebla, desapareciendo tan repentinamente como había aparecido.

Diego exhaló bruscamente. —Eso es. Es nuestra señal para largarnos de aquí.

Pero la curiosidad de Isabella ardía ahora, su instinto de historiadora gritaba que estaban descubriendo algo. —O significa que nos estamos acercando a la verdad.

Ignorando las protestas de Diego, ella continuó.

Secretos en las Cenizas

Cuando llegaron al borde del cráter, la niebla se había disipado, revelando un paisaje impresionante—pero inquietante. El cuenco volcánico se extendía ante ellos, su tierra ennegrecida rayada con amarillo sulfúrico y profundas venas rojas de roca. El viento aullaba a través del cráter, llevando susurros que sonaban casi humanos.

Diego se arrodilló junto a una formación rocosa dentada, inspeccionándola a través del lente de su cámara. —Oye, mira esto.

Isabella se agachó a su lado. La roca estaba tallada con símbolos—patrones intrincados que parecían demasiado deliberados para ser naturales. Algunos se asemejaban a antiguos petroglifos, pero otros eran completamente desconocidos.

—Esto es increíble —susurró Isabella, recorriendo los surcos con los dedos—. Estas marcas no son aleatorias. Cuentan una historia.

Entonces, desde lo profundo del cráter, una débil luz captó su atención.

—¿Ves eso? —preguntó.

Diego siguió su mirada. —Eso no es normal, ¿verdad?

El pulso de Isabella se aceleró. Sin decir una palabra más, comenzó a descender por la empinada pendiente, hacia la luz.

—¡Isa—espera! —llamó Diego, pero ella lo ignoró.

A medida que se acercaba a la fuente, se dio cuenta de qué se trataba: un altar, medio enterrado en cenizas volcánicas. La piedra estaba desgastada pero innegablemente tallada por manos humanas. Símbolos como los de la formación rocosa pulsaban débilmente a lo largo de su superficie.

Dos exploradores descubren un antiguo altar resplandeciente, medio sepultado en ceniza volcánica en el corazón del cráter del Irazú.
En lo profundo del cráter volcánico del Irazú, dos exploradores se topan con un antiguo altar que palpita con un resplandor inquietante, sugiriendo secretos que han permanecido enterrados bajo las cenizas durante mucho tiempo.

—Esto... esto es antiguo —murmuró Isabella—. Precolombino, quizás más viejo.

Diego se arrodilló a su lado. —Esto se siente como la parte donde retrocedemos antes de que empiece la película de terror.

Pero Isabella no estaba escuchando. Sus dedos rozaron la superficie del altar, y en el momento del contacto, un profundo temblor retumbó debajo de ellos.

Entonces, desde las sombras, algo se movió.

El Despertar de la Bruja

El viento aullaba a través del cráter, llevando consigo el aroma de azufre y algo más antiguo, algo antinatural.

Isabella se giró, y su aliento se detuvo en su garganta.

Una figura emergía de la oscuridad, envuelta en sombras giratorias. Su forma era humana—casi—pero sus ojos ardían como brasas, y su voz era a la vez un susurro y un rugido.

—Han perturbado mi santuario.

Diego retrocedió tambaleándose. —No... No. Ya terminé.

Pero Isabella mantuvo su posición. —¿Quién eres?

La mujer dio un paso adelante y, al hacerlo, las sombras se desvanecieron, revelando un rostro tanto hermoso como aterrador.

—Antes era Ximena —dijo—. La guardiana de esta montaña. La última de mi especie.

El corazón de Isabella latía con fuerza. —La Bruja de Irazú...

La expresión de Ximena se oscureció. —Así me llaman ahora. Pero una vez, fui una protectora. —Su mirada se desvió hacia el altar—. Hasta que me traicionaron. Hasta que me arrojaron al fuego.

El suelo volvió a temblar, el volcán mismo pareciendo gemir bajo sus pies.

—Buscan conocimiento —dijo Ximena, su voz ahora peligrosamente suave—. Pero el conocimiento tiene un precio.

Una poderosa bruja con ojos resplandecientes surge de las sombras cerca de un altar, desatando una fuerza sobrenatural mientras dos exploradores la observan con terror.
La legendaria Bruja de Irazú emerge de las sombras, con sus ojos resplandecientes llenos de un poder ancestral, mientras los exploradores comprenden que han despertado algo que está más allá de su control.

El aire crujía con energía y, de repente, Isabella lo supo.

Ximena no era un mero espíritu. Estaba ligada a este lugar, su esencia fusionada con el poder del volcán.

Y ahora, Isabella formaba parte de la leyenda.

La Decisión Final

El volcán retumbó, surgiendo grietas de magma bajo el altar.

Diego agarró el brazo de Isabella. —¡Tenemos que correr—¡ahora!

Pero Ximena levantó una mano, y el suelo bajo ellos permaneció firme.

—Tienen dos opciones —dijo—. Irse ahora y nunca regresar, o quedarse y aprender la verdad de esta montaña.

Isabella dudó. Había pasado años buscando algo así. ¿Podía realmente alejarse ahora?

—Isabella, no —suplicó Diego—. ¡No le debes nada a este lugar!

Pero su decisión ya estaba tomada.

Se volvió hacia Ximena. —¿Qué debo hacer?

Ximena sonrió. —Sacrificio.

Antes de que Diego pudiera detenerla, Isabella dio un paso adelante y colocó su mano sobre el altar.

El calor surcó sus venas, fuego y cenizas girando a su alrededor. Su cuerpo ardía, se remodelaba, se transformaba.

Lo último que escuchó fue a Diego gritando su nombre.

Luego—oscuridad.

Epílogo: La Nueva Leyenda

Cuando las cenizas se disiparon, Diego estaba solo.

El altar estaba en silencio. El volcán permanecía quieto.

Y Isabella había desaparecido.

Pero al girarse para irse, un susurro se llevó con el viento.

*"La leyenda nunca muere, Diego."*

Se dio vuelta, conteniendo la respiración.

Allí, donde Isabella había estado, una nueva figura se erguía—sus ojos brillando, su cuerpo envuelto en sombras.

Ya no era Isabella Fernández.

Era la nueva Bruja de Irazú.

Y la montaña la había elegido.

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