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La Leyenda del Muldjewangk
An eerie and mystical view of the Murray River at night, where the legendary Muldjewangk lurks beneath the surface. The glowing red eyes hint at the ancient creature's presence, as the moonlight dances on the water, casting a captivating yet haunting atmosphere.

Acerca de la historia: La Leyenda del Muldjewangk es un Legend de australia ambientado en el Ancient. Este relato Descriptive explora temas de Nature y es adecuado para All Ages. Ofrece Moral perspectivas. Una historia de reverencia, miedo y el espíritu eterno del río Murray de Australia.

Introducción:

En las tranquilas aguas envueltas en niebla del río Murray en Australia del Sur, una antigua leyenda susurra entre los juncos. Esta es la historia del Muldjewangk, una aterradora y mística criatura acuática, temida por el pueblo indígena Ngarrindjeri durante generaciones. Se decía que el Muldjewangk acechaba bajo la superficie calma, esperando que los desprevenidos se acercaran demasiado a su dominio. Esta historia captura la esencia de su tradición de precaución, cuyo eco aún persiste en las orillas del río hoy en día.

Las Aguas Susurrantes

Hace muchos siglos, mucho antes de la llegada de los colonos europeos a Australia, el pueblo Ngarrindjeri vivía en armonía con la tierra y las aguas que rodeaban el río Murray. El río era su fuente de vida, proporcionando peces, agua y un medio de transporte. Conocían cada curva, cada ondulación y cada secreto oculto en sus profundidades. Y en el corazón de este conocimiento había una historia transmitida de anciano a joven: la leyenda del Muldjewangk.

Según los ancianos, el Muldjewangk era tan antiguo como el propio río, una criatura nacida del espíritu de las aguas. Se decía que era enorme, con la fuerza de diez hombres y la ferocidad de una bestia salvaje. Cubierto de escamas, su cuerpo brillaba como el reflejo de la luna en el agua. Sus ojos resplandecían en rojo, como brasas ardiendo en la noche, y su voz era un profundo y retumbante gruñido que se podía oír cada vez que el viento pasaba sobre el río.

Los jóvenes de la tribu Ngarrindjeri se reunían alrededor de las hogueras, escuchando con ojos abiertos mientras los ancianos les advertían que nunca se adentraran demasiado en el agua ni se aventuraran solos después del anochecer. Decían que el Muldjewangk despreciaba a aquellos que faltaban al respeto a su dominio y arrastraría a los incautos hacia las profundidades, nunca volviendo a ser vistos.

Joven pescador ngarrindjeri lanzando una red al río Murray, con ondas que sugieren peligro.
Jandamarra, el joven pescador, lanza su red en el tranquilo pero enigmático río Murray, sin ser consciente de la amenaza que se oculta.

El Desafío del Pescador

Entre los Ngarrindjeri había un joven pescador llamado Jandamarra, tan hábil como audaz. Conocía cada curva y corriente del río Murray, y su captura siempre era la más grande. A pesar de las advertencias, la confianza de Jandamarra a menudo rozaba la arrogancia, y comenzó a descartar las historias del Muldjewangk como mera superstición. Se reía de los relatos de precaución de sus ancianos, declarando que ninguna criatura del río podría asustarlo.

Un día, Jandamarra se aventuró más río abajo de lo que jamás había ido, decidido a probar que no había peligro acechando bajo las aguas. Mientras lanzaba su red, notó una extraña ondulación que perturbaba la superficie. El agua parecía moverse por voluntad propia, como si algo inmenso y antiguo se estuviera agitando debajo. Pero Jandamarra no le prestó atención, convencido de que no era más que un pez grande.

A medida que avanzaba el día y el sol se ocultaba en el horizonte, Jandamarra comenzó a recoger su captura. De repente, su red se sacudió violentamente, casi tirándolo al agua. Luchó por mantener el agarre, sus músculos tensándose mientras algo tiraba de él con una fuerza increíble. El pánico se apoderó de él y, por primera vez en su vida, Jandamarra sintió un escalofrío de miedo. Vislumbró una sombra debajo del agua, algo masivo y serpentino, y vio dos ojos rojos brillantes mirándolo fijamente.

Con un gran esfuerzo, la criatura arrancó la red de sus manos y desapareció en las profundidades, dejando a Jandamarra temblando en la orilla del río. Se había enfrentado al Muldjewangk, y esta lo había perdonado esa noche, pero por poco.

La Ira del Muldjewangk

La noticia del encuentro de Jandamarra se difundió rápidamente entre la comunidad Ngarrindjeri, y el miedo se asentó como una densa niebla sobre el pueblo. Sabían que la aparición del Muldjewangk era una advertencia, una señal de que habían sobrepasado sus límites. Los ancianos se reunieron y decidieron que era hora de enmendarse. Realizaron una ceremonia sagrada para apaciguar al espíritu de las aguas, ofreciendo regalos de comida, conchas y cestas tejidas, esperando calmar la ira de la criatura.

Pero la ira del Muldjewangk no podía ser tan fácilmente aplacada. Durante semanas, el río parecía cambiar. El agua se volvía turbia y los peces se volvían escasos. Los botes se volcaban sin previo aviso y extraños gritos resonaban durante la noche. Era como si el alma misma del río se hubiera vuelto contra ellos.

El Muldjewangk emergiendo durante una tormenta, con los aterrados aldeanos Ngarrindjeri refugiándose del viento y la lluvia.
Durante una violenta tormenta, el temible Muldjewangk surge del río, sembrando el terror entre los habitantes de Ngarrindjeri.

Una noche, mientras los aldeanos se acurrucaban alrededor de sus hogueras, una terrible tormenta sopló desde el sur. El viento aullaba y la lluvia azotaba en hojas, inundando las orillas del río. En medio del caos, un grito estremecedor surgió de las profundidades del río, un sonido como el lamento de cien almas, y las aguas se agitaban hacia arriba, amenazando con engullir toda la aldea.

Jandamarra, aún perseguido por su encuentro con el Muldjewangk, sabía que esta no era una tormenta ordinaria. La criatura había surgido y buscaba venganza.

El Viaje del Anciano

Al ver la desesperación de su gente, el anciano del pueblo, Kulinyara, decidió que había que hacer algo. Era un hombre que había recorrido muchos caminos en su vida y conocía más de la antigua magia que cualquiera. Reuniendo a un pequeño grupo de guerreros, se dispuso a enfrentar al Muldjewangk.

Kulinyara y sus compañeros viajaron profundamente hacia el corazón del río, guiados por la luz de la luna. Cantaron canciones ancestrales, cantos que hablaban de paz y respeto, del vínculo entre la tierra, las aguas y su gente. A medida que avanzaban, el río se oscurecía y el aire se espesaba con una amenaza tácita.

Finalmente, llegaron al corazón del dominio del Muldjewangk: un vasto remolino ondeante donde las aguas revoloteaban y burbujeaban con un resplandor inquietante. Allí, emergiendo de las profundidades, apareció el Muldjewangk, su colosal forma dominando al grupo. Sus ojos, brillando con una luz roja de otro mundo, los miraban con una intensidad que amenazaba con ahogar sus espíritus de miedo.

Kulinyara dio un paso adelante, sosteniendo su bastón en alto, y habló con la criatura en la lengua antigua, llamando al espíritu de las aguas para que escuchara. Reconoció sus transgresiones, su arrogancia y su desprecio por las antiguas costumbres. Ofreció sus más sinceras disculpas, prometiendo que nunca más darían por sentado los regalos del río.

El Muldjewangk miró fijamente a Kulinyara durante lo que pareció una eternidad. Luego, lentamente, comenzó a retirarse de nuevo a las profundidades, calmando el agua al desaparecer de la vista. La tormenta amainó y el río volvió a su estado tranquilo, pero los aldeanos sabían que nunca olvidarían la lección que les enseñó el espíritu del río.

El Legado del Muldjewangk

En los años que siguieron, el pueblo Ngarrindjeri cumplió su promesa. Trataron al río con el mayor respeto, honrando al Muldjewangk con ofrendas durante cada temporada. Los ancianos continuaron transmitiendo la leyenda, asegurándose de que nadie olvidara los peligros de la arrogancia y la importancia de vivir en armonía con la naturaleza.

En cuanto a Jandamarra, se convirtió en uno de los pescadores más venerados de la tribu, no por su habilidad sino por su humildad. A menudo se sentaba al borde del río, observando el agua con una reverencia silenciosa, siempre consciente de la criatura que acechaba justo debajo de la superficie.

Sin embargo, el Muldjewangk nunca volvió a ser visto. Se convirtió en una sombra, un fantasma del río, un recordatorio del poder que yace bajo incluso las aguas más tranquilas. Y en las noches en que la luna estaba llena, si escuchabas atentamente, aún podías oír el tenue y retumbante gruñido de la criatura en lo profundo del río Murray, como si estuviera observando, esperando y recordando.

El anciano Kulinyara junto al río, realizando un ritual con los ojos apenas resplandecientes del Muldjewangk visibles bajo el agua.
El anciano Kulinyara lleva a cabo un ritual sagrado a la orilla del río, buscando apaciguar al antiguo espíritu del Muldjewangk.

La leyenda del Muldjewangk se convirtió en parte de la tierra, una historia que fluía por las venas de cada niño Ngarrindjeri, asegurando que el espíritu del río y su antiguo guardián nunca fueran olvidados.

Y así, la historia del Muldjewangk perdura, resonando a través del tiempo y la marea, tan eterna e inquebrantable como el propio río.

Jandamarra arrodillado en la orilla del río al amanecer, ofreciendo una canasta como tributo, mientras una bruma se levanta del agua.
Al amanecer, Jandamarra rinde un humilde tributo al río, honrando el espíritu de los Muldjewangk y buscando la paz.

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