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Acerca de la historia: Los secretos de la Selva Negra es un Legend de germany ambientado en el Contemporary. Este relato Dramatic explora temas de Courage y es adecuado para Young. Ofrece Cultural perspectivas. Un historiador descubre un secreto familiar oculto en lo profundo del encantado Bosque Negro de Alemania.
El Bosque Negro (Schwarzwald) en el suroeste de Alemania ha sido durante mucho tiempo un lugar de asombro y temor, un reino donde árboles ancestrales se alzan como testigos silenciosos del paso del tiempo. Anidado dentro de este paisaje enigmático existen innumerables relatos de encantamiento y misterio, susurrados alrededor de hogares y grabados en la mente de su gente. Esta es la historia de Alina Dreyer, una mujer cuyo viaje a las profundidades de este bosque primitivo desvelaría secretos que su familia había guardado durante siglos.
Alina Dreyer nació en el pintoresco pueblo de Todtmoos, un asentamiento encantador en el borde del Bosque Negro. El pueblo, con sus calles adoquinadas y casas de entramado de madera, parecía intacto por el paso del tiempo. Su infancia estuvo llena de risas, el aroma de flores silvestres y el melodioso canto de los pájaros, pero también de los relatos bellamente inquietantes que su abuela, Greta, solía contar. Greta era conocida en todos lados por su habilidad para contar historias. Cada noche, los habitantes del pueblo se reunían a su alrededor, cautivados por sus relatos de brujas que conjuraban tormentas, lagos encantados que concedían deseos y tesoros antiguos escondidos en el bosque. Alina adoraba estas historias de niña, su imaginación pintando imágenes vívidas con las palabras de Greta. A medida que Alina crecía, los relatos se desvanecían en el ámbito de la fantasía infantil. Estudió historia, encontrando alegría en descubrir las verdades del pasado en lugar de entretenerse con mitos. Sin embargo, las últimas palabras de Greta, pronunciadas con una voz cargada de urgencia, no lograban abandonar su mente: “El bosque guarda el mayor secreto de nuestra familia. Prométeme, Alina, que lo buscarás.” Durante años, Alina ignoró esas palabras, descartándolas como las divagaciones de una anciana. Pero tras el fallecimiento de su abuela, descubrió un diario entre las pertenencias de Greta. Sus páginas amarillentas estaban llenas de bocetos, runas y notas crípticas sobre un sendero oculto en el bosque. Había referencias repetidas a la "Eichenkrone", o "Corona de Robles". Algo en el diario despertó un anhelo en Alina: el deseo de reconectarse con sus raíces y quizás descubrir lo que Greta había querido decir. Meses después, Alina tomó licencia de su trabajo y regresó a Todtmoos. De pie al borde del bosque, con el diario en mano, sintió una extraña mezcla de aprensión y emoción. Los pinos imponentes parecían llamarla, sus ramas susurrando secretos que solo los valientes se atrevían a descubrir. Alina sabía que no podía embarcarse en este viaje sola. Buscó a Lukas Baumann, su amigo de la infancia y ahora guía de naturaleza. Lukas conocía bien el bosque, habiendo pasado años liderando excursiones turísticas por sus senderos. A pesar de su conocimiento, incluso él desconfiaba de ciertas partes del bosque, áreas donde el denso dosel no permitía la entrada de luz solar y el aire parecía anormalmente quieto. Cuando Alina explicó su plan, Lukas fue escéptico. “¿La Corona de Robles? Alina, eso son solo historias. El bosque es vasto y peligroso.” “¿Y si no es solo una historia?” contrapuso Alina, sosteniendo el diario de Greta. “Mi abuela creía en ello, y yo tengo que saber por qué.” A regañadientes, Lukas accedió. A la mañana siguiente, armados con mapas, provisiones y el diario de Greta, se adentraron en el Bosque Negro. El viaje comenzó por un sendero bien transitado, pero a medida que se adentraban más, el bosque parecía cambiar. El aire se volvía más fresco y la luz adquiría una cualidad etérea al filtrarse a través del denso follaje. El silencio era profundo, roto solo por el ocasional susurro de las hojas o el distante canto de un pájaro. Al mediodía, llegaron a un claro donde se erguía un solo roble. A diferencia de los pinos circundantes, este roble era antiguo, sus raíces retorcidas atravesando la tierra. Alina notó marcas en el tronco: runas que brillaban débilmente en la luz tenue. “Estos deben ser los marcadores que mencionó Greta,” dijo Alina, pasando los dedos por los símbolos. Las runas parecían palpitar bajo su toque, como si estuvieran vivas. Siguiendo la dirección indicada por las runas, dejaron el sendero principal y empujaron a través de la densa maleza. El bosque aquí era diferente: más oscuro, más silencioso y casi opresivo. Cada paso parecía resonar, y Alina sentía como si ojos invisibles los observaran. Pasaron las horas y el sol descendía, proyectando largas sombras. Justo cuando Lukas sugirió que se dieran la vuelta, tropezaron con un arroyo. Su agua era increíblemente clara, y Alina no pudo resistirse a arrodillarse para asomarse a sus profundidades. Lo que vio la hizo jadear: imágenes fugaces de rostros, lugares y momentos del pasado, algunos familiares, otros ajenos. “¿Viste eso?” le preguntó a Lukas. “¿Viste qué?” respondió él, agachándose a su lado. Para él, el arroyo le parecía ordinario. Sacudiéndose la inquietud, Alina decidió continuar, el diario apretado firmemente en sus manos. El bosque parecía vibrar con energía, como si reconociera su viaje. Al caer el crepúsculo, llegaron a una antigua capilla, sus piedras desgastadas por siglos. La estructura apenas se mantenía en pie, su techo derrumbado y sus paredes cubiertas de hiedra. Dentro, el aire era pesado, lleno del aroma de tierra húmeda y descomposición. El interior de la capilla estaba adornado con frescos desvanecidos. Uno representaba una figura con una corona hecha de hojas y bellotas de roble, sus brazos levantados como si comandara las fuerzas de la naturaleza. A su alrededor se agolpaban formas sombrías: criaturas con extremidades alargadas y ojos vacíos. Otro fresco mostraba una batalla, con la figura coronada en el centro, empuñando lo que parecía ser un inmenso poder. “Esto es,” murmuró Alina. “La Corona de Robles. No era solo una leyenda.” Lukas estudió los frescos con inquietud. “Esto no parece historias de triunfo. Parece más bien advertencias.” Mientras exploraban más, Alina encontró un altar al fondo de la capilla. Estaba tallado con más runas y un símbolo que parecía un roble. Cuando lo tocó, un viento frío recorrió la capilla, apagando su linterna. Una voz resonó en la oscuridad, baja y amenazante: “Dejen este lugar.” Lukas agarró el brazo de Alina. “Tenemos que irnos. Ahora.” “No,” dijo Alina, con la voz temblorosa pero decidida. “Estamos cerca.” Más allá de la capilla, el bosque se volvía casi impenetrable. Los árboles crecían más juntos, sus ramas entrelazándose para formar un dosel tan denso que no penetraba un solo rayo de luz lunar. Las runas en el diario comenzaron a brillar débilmente, guiándolos hacia adelante. La sensación de ser observados se intensificó. Escucharon susurros detrás de ellos, el crujido de una ramita y bajos gruñidos. Cuando se volvieron, no vieron nada más que sombras. Luego, de la oscuridad, emergieron enormes lobos negros, sus ojos dorados brillando como brasas. Alina se quedó congelada, con el corazón latiendo con fuerza. Los lobos los rodearon, sus gruñidos una advertencia gutural. “Son guardianes,” susurró Alina, recordando las notas de Greta. Abrió el diario en una página donde Greta había dibujado a los lobos y escrito, “Los guardianes ponen a prueba a los dignos.” Imitando palabras que encontró en el diario, Alina habló con voz temblorosa. Los lobos se detuvieron, sus ojos fijos en los suyos. Por un momento, el tiempo pareció congelarse. Luego, uno por uno, los lobos se apartaron, permitiéndoles el paso. El sendero conducía a un claro masivo donde se erguía un roble ancestral. Su tronco era lo suficientemente ancho como para albergar una pequeña habitación, y sus ramas parecían extenderse infinitamente. Debajo de él había un altar de piedra, sobre el cual descansaba la Corona de Robles. La corona brillaba suavemente, su luz pulsando como el latido de un corazón. Alina se acercó al altar con cautela, pero antes de que pudiera alcanzar la corona, una figura sombría emergió de la oscuridad. Estaba envuelta en negro, sus ojos del mismo tono ámbar que los lobos. Su voz era profunda y resonante, reverberando como si viniera de otro mundo. “Buscas la corona,” dijo. “Pero, ¿entiendes lo que significa reclamarla?” “¿Qué significa?” preguntó Alina, con la voz firme a pesar del miedo que la recorría. “La corona te ata al bosque,” explicó la figura. “Te convertirás en su guardiana, abandonando tu antigua vida para proteger sus secretos. El bosque se convertirá en parte de ti, y tú en parte de él.” Alina dudó, el peso de la decisión presionándola. Miró a Lukas, quien negó con la cabeza, suplicándole silenciosamente que se alejara. Sin embargo, las palabras de Greta resonaban en su mente: “El bosque guarda el mayor secreto de nuestra familia.” “Lo entiendo,” dijo Alina, extendiendo la mano hacia la corona. En el momento en que la colocó en su cabeza, una oleada de energía la recorrió. La figura sombría se disolvió en luz, y Alina sintió el pulso del bosque como si fuera su propio corazón. Podía ver a través de los ojos de los animales, sentir las raíces de los árboles y escuchar los susurros del viento. Lukas observó con asombro cómo se desarrollaba la transformación de Alina. Sus ojos ahora brillaban como los de los lobos, y su presencia parecía irradiar poder. “¿Qué sucede ahora?” preguntó Lukas, con la voz apenas un susurro. Alina se volvió hacia él, con una expresión serena en su rostro. “Ahora entiendo. La Corona de Robles no es solo una reliquia, es un vínculo con el bosque. Greta fue su guardiana antes que yo, y ahora es mi turno.” Al amanecer, el bosque parecía cobrar vida, su belleza más vibrante que nunca. Los lobos reaparecieron, inclinando sus cabezas ante Alina. Lukas supo que este era un adiós, y aunque su corazón dolía, respetaba su elección. Meses después, los viajeros en el Bosque Negro comenzaron a compartir historias de una figura etérea que vagaba entre los árboles, acompañada de lobos de ojos dorados. Hablaban de una presencia que los vigilaba, asegurando su seguridad. En Todtmoos, nació una nueva historia: la de una joven mujer que se había convertido en una con el Bosque Negro, protegiendo sus secretos y asegurando que su legado perdurara. El nombre de Alina se convirtió en leyenda, un recordatorio de que algunos secretos están destinados a guardarse y que algunos vínculos trascienden el tiempo.Susurros del Pasado
Reunir Coraje
El Sendero Oculto
La Capilla en Ruinas
Pruebas del Bosque
La Corona de Robles
La Nueva Guardiana
Epílogo: Una Nueva Leyenda