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Las Iele: Doncellas del Bosque de la Noche
Under the full moon’s glow, the mystical Iele dance in the heart of the Romanian forest, their presence both enchanting and foreboding

Acerca de la historia: Las Iele: Doncellas del Bosque de la Noche es un Legend de romania ambientado en el Medieval. Este relato Poetic explora temas de Loss y es adecuado para Adults. Ofrece Cultural perspectivas. La curiosidad de un pastor lo lleva a las garras de las Iele, donde la belleza y el peligro se entrelazan bajo la luz de la luna.

Los bosques de Rumania respiran con secretos ancestrales, sus árboles susurrando historias llevadas por el viento. Cada pueblo escondido entre las colinas de los Cárpatos tiene sus propios relatos—algunos destinados a asustar a los niños para que obedezcan, otros transmitidos en voces bajas a la luz de las velas.

Entre estas historias, ninguna es más temida que la de las Iele—doncellas místicas que bailan bajo la luna llena, su belleza es embriagadora pero traicionera. Algunos dicen que son hadas, otros las llaman brujas, pero todos los que conocen su nombre coinciden en una cosa: verlas bailar es una maldición de la que ningún hombre puede escapar.

Ionu?, un joven pastor de un tranquilo pueblo, nunca creyó en tales cuentos. Pero la noche en que escuchó la música resonando desde el bosque, todo cambió.

Susurros en el Viento

Ionu? siempre había sido inquieto. A diferencia de su padre, quien se contentaba cuidando ovejas y evitando problemas, Ionu? anhelaba aventuras. El pueblo le parecía pequeño, los pastizales ondulantes predecibles. El bosque, sin embargo, esa estirada oscura e interminable más allá de las colinas, estaba prohibido, inexplorado.

“Nunca debes vagar más allá del viejo roble,” su padre le había advertido innumerables veces. “No de noche, ni siquiera de día. Los bosques no pertenecen a los hombres.”

Ionu?, por supuesto, prestaba poca atención. Había aventurado más allá del viejo roble antes, había visto la densa niebla enrollarse entre la maleza, había escuchado el ocasional susurro de criaturas invisibles. Pero nunca había pasado nada.

Hasta aquella noche.

El viento traía un sonido, débil al principio—como el suave tintineo de campanillas resonando desde algún lugar profundo dentro del bosque. No era el sonido de los pájaros ni de las criaturas nocturnas habituales. Era música.

Una melodía tan dulce que le rompía el corazón.

Su perro, Brâncu?, gimoteaba bajo su garganta, con las orejas pegadas hacia atrás. Las ovejas se agitaban, acurrucándose más cerca. Incluso el viento parecía callarse, como si escuchara.

La canción se acercaba.

La voz de una mujer—no, múltiples voces—se elevaba en perfecta armonía, sus notas entrelazándose en el aire nocturno como un hechizo.

El agarre de Ionu? en su bastón se aflojó. Su respiración se ralentizó.

Algo dentro de él susurró que diera la vuelta. Pero sus pies lo llevaron hacia adelante.

Un paso más allá de la cerca.

Otro dentro de los árboles.

La linterna parpadeó. El mundo a su alrededor se oscureció.

Y la música lo llamaba más adentro.

El Baile de las Sombras

Los árboles se alzaban sobre su cabeza, sus ramas retorcidas como dedos que intentan atrapar. La luz de la luna se derramaba en parches irregulares sobre el suelo del bosque, iluminando un sendero estrecho que nunca había visto antes.

Ionu? siguió, atraído por una fuerza que no entendía.

Entonces, a través del velo de niebla, los vio.

Ionuț, un joven pastor, se encuentra al borde de un denso bosque iluminado por la luna, sosteniendo una linterna mientras la niebla danza a su alrededor.
Ionuț titubea al borde del bosque, su linterna apenas iluminando la densa niebla, mientras melodías inquietantes lo llamaban a avanzar.

Un claro bañado en luz plateada.

En su centro, bailaban.

Las Iele—tres mujeres, o quizás más, sus formas parpadeando como las llamas de las velas. Sus vestidos blancos brillaban al moverse, flotando alrededor de sus cuerpos como la niebla. Sus pies descalzos nunca tocaban la tierra, sin embargo, dondequiera que pisaban, la hierba bajo ellos ardía.

Ionu? nunca había visto algo tan hipnotizante.

La manera en que se movían, la forma en que su cabello—largo y desordenado—se derramaba sobre sus hombros. No podía apartar la vista.

Entonces, una de ellas se volteó.

Sus ojos encontraron los de él—dorados, brillantes, antinaturales.

Una lenta sonrisa se extendió por sus labios. Levantó una delicada mano y lo hizo señas.

“Ven,” susurró, su voz como miel goteando en sus oídos.

La respiración de Ionu? se detuvo. Su corazón latía con fuerza contra sus costillas.

Conocía las historias. Sabía lo que les sucedía a los hombres que se unían al baile de las Iele.

Pero mientras ella se acercaba, las demás rodeándola como sombras, la música aumentaba, ahogando todos los pensamientos.

Sus pies se movieron antes de que pudiera detenerlos.

Un paso adelante.

Luego otro.

El Precio de la Curiosidad

En el momento en que tocó su mano, el mundo cambió.

El aire a su alrededor se volvió denso, vibrando con energía invisible. El bosque, el cielo nocturno, todo más allá del claro se desvaneció en la nada.

Todo lo que quedó fue el baile.

En un claro iluminado por la luna, las Iele bailan con vestidos blancos resplandecientes, mientras Ionuț permanece paralizado, cautivado por su belleza y misterio.
Las Iele bailan bajo la luna llena, su belleza etérea hipnotizante, mientras Ionuț observa, incapaz de resistir su seductora presencia.

Se movían en círculo, sus pasos intrincados pero sin esfuerzo. Ionu? nunca había bailado antes, pero su cuerpo seguía el ritmo como si lo hubiera conocido toda su vida.

La risa resonaba en sus oídos—suave, musical, pero llena de algo antiguo, hambriento.

La primera doncella giró más cerca, sus dedos rozando su piel. Donde tocaba, el calor florecía, luego se desvanecía en un extraño y entumecedor frío.

Ionu? apenas lo notó.

Quería seguir moviéndose, nunca parar.

La luna brillaba más. El claro giraba.

Y entonces, todo se volvió negro.

Maldito por la Luna

Dolor.

Un cansancio profundo y óseo se asentó sobre Ionu? mientras comenzaba a despertar. Sus extremidades se sentían como plomo, su cabeza palpitaba como si hubiera bebido demasiado ?uica.

La luz de la mañana se filtraba a través de las ramas sobre él. Estaba solo.

Por un momento, pensó que todo había sido un sueño.

Entonces vio su reflejo.

Ionuț, atrapado en la danza de las Iele, se mueve en perfecta armonía con ellas, su expresión es una mezcla de asombro y temor.
Girando en el abrazo de las Iele, Ionuț está perdido en su ritmo encantador, sin ser consciente del precio que está a punto de pagar.

Su cabello—antes oscuro como la tierra—ahora era blanco como la nieve de invierno. Su piel se veía enfermiza y pálida, casi translúcida a la luz del sol.

Tropezó de vuelta al pueblo, pero nada se sentía igual.

Las ovejas se apartaron al acercarse. Brâncu?, su leal perro, mostró los dientes y retrocedió.

Entonces su madre lo vio.

Gritó.

Su padre lo llevó adentro, cerró la puerta con llave y susurró oraciones en voz baja.

“No debiste haber ido al bosque,” dijo su padre, la voz temblando. “Has sido marcado.”

Ionu? tragó el nudo en su garganta. “¿Marcado?”

El rostro de su padre era sombrío.

“Las Iele no dejan partir a sus elegidos tan fácilmente.”

El Llamado Eterno

La música nunca lo abandonó.

Por la noche, la escuchaba—suave, distante, llamando desde el bosque. No importaba cuánto intentara resistirse, nunca paraba.

Su madre lloraba. Su padre rezaba. El sacerdote del pueblo trató de limpiarlo con agua bendita.

Nada funcionaba.

Su cuerpo se debilitaba cada día. La comida perdía su sabor. Dormir se volvía imposible. Su alma ya no le pertenecía.

Y entonces, una noche, mientras la luna llena se elevaba, dejó de luchar.

Salió afuera, con los pies descalzos hundiéndose en la tierra fresca. El viento le traía la melodía, un susurro de voces familiares, esperando.

Ionu? caminó.

A través de los pastizales. Más allá del viejo roble. Hacia las profundidades del bosque que lo había reclamado.

Y allí, en el claro iluminado por la luna, estaban.

Sonriendo.

Esperando.

Sus manos extendidas hacia él.

“Regresa con nosotras.”

Y esta vez, Ionu? no resistió.

Ionuț se encuentra al borde del bosque, con el cabello ahora blanco y los ojos resplandecientes, contemplando el pueblo al que nunca podrá regresar.
Cambiado para siempre, Ionuț se encuentra entre dos mundos: el pueblo que dejó atrás y las Iele, que esperan en la bruma iluminada por la luna.

Dio un paso adelante, su cuerpo ligero como el aire.

Bailó una vez más.

Y esta vez, nunca paró.

Epílogo: La Advertencia del Pastor

Pasaron los años, y el nombre de Ionu? se convirtió en una advertencia.

Los padres decían a sus hijos que nunca se alejaran más allá del viejo roble. Las madres susurraban oraciones en voz baja cada vez que el viento traía el sonido de música distante.

Porque algunas noches, bajo la luna llena, se podía ver una figura pálida al borde del bosque.

Su cabello blanco como el rocío. Sus ojos brillando en la oscuridad.

Y si escuchabas con atención, podrías oír una canción—suave, invitadora.

Llamando a otra pareja.

Para unirse al baile eterno.

Fin

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