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Acerca de la historia: La Reina de las Nieves es un Fairy Tale de denmark ambientado en el Medieval. Este relato Descriptive explora temas de Friendship y es adecuado para All Ages. Ofrece Moral perspectivas. Una historia de amistad y valentía ante desafíos helados.
Había una vez, en un encantador pueblecito de Dinamarca, enclavado entre colinas nevadas y carámbanos brillantes, vivían dos queridos amigos, Gerda y Kai. Eran vecinos, unidos no solo por un jardín compartido, sino por un vínculo de profunda amistad. Este jardín era su paraíso, un lugar de rosas vibrantes y pájaros cantores, donde pasaban incontables horas jugando y compartiendo sueños.
A medida que se acercaba el invierno, el paisaje se transformaba en un país de las maravillas invernales, y los niños esperaban con ansias la primera nevada. Les encantaba observar cómo los copos de nieve giraban y danzaban en el aire fresco, a menudo atrapándolos en sus lenguas con deleite. Sin embargo, este invierno estaba destinado a ser diferente. La abuela de Kai, una anciana sabia y bondadosa, a menudo les contaba historias sobre la Reina de las Nieves, una figura regia y misteriosa que gobernaba el frío norte. Se decía que la Reina de las Nieves era tanto hermosa como aterradora, con ojos como lagos congelados y un corazón tan frío como el hielo.
Una tarde, mientras una feroz ventisca azotaba el pueblo, Kai y Gerda se sentaron junto al cálido hogar, escuchando atentamente otra historia sobre la Reina de las Nieves. Kai, siempre curioso y aventurero, sentía una extraña fascinación por la idea de un ser tan poderoso. Gerda, por otro lado, se estremecía ante la idea de alguien tan frío y desalmado.
Al día siguiente, mientras Kai miraba por la ventana, sintió un dolor agudo y repentino en su ojo y corazón. Un copo de nieve peculiar había caído sobre su ojo, y otro había penetrado su corazón. Estos no eran copos de nieve ordinarios, sino fragmentos de un espejo mágico fabricado por un troll malvado. Este espejo tenía el poder de distorsionar todo lo que reflejaba, haciendo que incluso las cosas más hermosas parecieran feas y viles. A partir de ese momento, la percepción del mundo de Kai cambió drásticamente. Su corazón se volvió frío y duro, y solo podía ver los defectos e imperfecciones en todo lo que lo rodeaba.
La transformación de Kai fue rápida y dolorosa para quienes lo amaban. Se volvió grosero, despectivo y cruel, incluso con su querida amiga Gerda. Se burlaba de las rosas que una vez apreciaron, llamándolas feas y marchitas. Gerda estaba desconsolada pero no se rindió, creyendo que el Kai que conocía y amaba aún estaba en algún lugar dentro de él.
Un día fatídico, mientras Kai jugaba solo en la plaza del pueblo, apareció de la nada un hermoso trineo tirado por renos blancos. Sentada en el trineo estaba la propia Reina de las Nieves, cuya belleza etérea era hipnotizante y su presencia tanto escalofriante como impresionante. Ella hizo una señal a Kai y, cautivado por su fría atracción, él subió al trineo sin dudarlo. La Reina de las Nieves besó su frente, adormeciéndolo al frío y borrando sus recuerdos de Gerda y del pueblo. Luego lo llevó rápidamente a su palacio de hielo en el lejano norte.
Cuando Kai no regresó, Gerda se consumió de preocupación. Buscó por todas partes, preguntando a vecinos y amigos, pero nadie lo había visto. Decidida a encontrar a su amigo, emprendió un viaje peligroso, guiada solo por su amor y la débil esperanza de que Kai aún estuviera vivo.
El viaje de Gerda estuvo lleno de desafíos y pruebas. Primero viajó a través de un bosque oscuro y denso donde se encontró con una anciana con un jardín mágico de verano eterno. Este jardín era un paraíso exuberante, con flores en plena floración y árboles cargados de fruta, un marcado contraste con el mundo invernal exterior. La anciana, aunque aparentemente amable, tenía una agenda oculta. Deseaba mantener a Gerda con ella para siempre y usó su magia para borrar los recuerdos de Gerda sobre Kai. Pero la magia no pudo borrar el profundo vínculo que compartían. Cuando Gerda vio una rosa, desencadenó una avalancha de recuerdos, recordándole a Kai y a su jardín compartido. Se dio cuenta de que tenía que irse y, con el corazón pesado, escapó del jardín encantado.
Continuando su viaje, Gerda se encontró con un río que parecía hablarle. Las suaves olas la guiaron hacia un cuervo amistoso, quien le habló de un joven príncipe que podría ser Kai. El cuervo y su pareja, una paloma domesticada, ayudaron a Gerda a infiltrarse en el palacio donde vivía el príncipe. Sin embargo, cuando vio al príncipe, su corazón se hundió; no era Kai. Sin embargo, el príncipe y la princesa de buen corazón, conmovidos por el coraje y la determinación de Gerda, le proporcionaron ropa abrigada y una carruaje dorado para ayudarla en su búsqueda.
Gerda viajó más al norte, enfrentando el frío y los elementos adversos. Su viaje la llevó a un grupo de ladrones en un bosque oscuro y helado. Los ladrones eran rudos y salvajes, pero la joven ladrona, una mujer joven feroz y aventurera, se simpatizó con Gerda. Admiraba la valentía y determinación de Gerda y decidió ayudarla. La ladrona le dio a Gerda su posesión más preciada, un reno llamado Bae, que podía llevar a Gerda al palacio de la Reina de las Nieves.
Con la ayuda de Bae, Gerda atravesó las vastas llanuras nevadas. Enfrentaron varios peligros, incluyendo lobos de nieve y vientos helados que amenazaban con congelarlos hasta el núcleo. Pero el amor inquebrantable de Gerda por Kai la mantenía adelante. En el camino, buscaron refugio en la casa de una mujer de Laponia que, aunque pobre, les ofreció cobijo y orientación. Ella le dijo a Gerda que el palacio de la Reina de las Nieves estaba cerca y que Kai todavía vivía, pero bajo un hechizo poderoso.
Finalmente, después de un agotador viaje, Gerda llegó al palacio de la Reina de las Nieves, una magnífica estructura de hielo y nieve, brillante bajo las auroras boreales. Encontró a Kai sentado en el suelo helado, rodeado de esculturas de hielo y copos de nieve. Estaba pálido y frío, con una mirada distante en sus ojos. La Reina de las Nieves le había dado una tarea imposible: organizar las piezas de hielo para formar la palabra "Eternidad". Si tenía éxito, él obtendría la libertad, pero en realidad, ella no tenía intención de dejarlo ir.
Gerda corrió al lado de Kai, abrazándolo con todas sus fuerzas. Sus lágrimas cálidas cayeron sobre su pecho, derritiendo lentamente el hielo que había encerrado su corazón. Le cantó, las consolas melodías de su infancia, y le susurró historias de su pasado compartido. Poco a poco, el hechizo comenzó a romperse. El calor del amor de Gerda descongeló los últimos vestigios de hielo en el corazón de Kai, y los fragmentos del espejo del troll se derritieron.
Kai miró a Gerda, sus ojos llenos de lágrimas al reconocerla. Lloró, y el hechizo se rompió por completo. Recordó todo: el jardín, las rosas, su amistad. La Reina de las Nieves, al presenciar esta demostración de puro amor y devoción, se dio cuenta de que no podía retener a Kai por más tiempo. Su poder, basado en el frío y el aislamiento, no podía competir con la calidez del verdadero amor y la amistad. Derrotada, se retiró, su reino helado disolviéndose en una suave nevada.
Gerda y Kai, finalmente reunidos, estaban llenos de alegría. Agradecieron a la amable mujer de Laponia y al reno Bae, prometiendo nunca olvidar su bondad. Regresaron a casa, su viaje lleno de historias de sus aventuras y los amigos que hicieron en el camino.
Al regresar al pueblo, fueron recibidos con lágrimas de alegría y alivio. El jardín que una vez fue su santuario ahora era más hermoso que nunca, con rosas floreciendo más brillantes que antes. Los aldeanos se maravillaron con el cuento de su viaje, y Kai, con Gerda a su lado, relató las lecciones que habían aprendido: el poder del amor, la importancia de la amistad y la fuerza de un corazón cálido.
Y así, Gerda y Kai crecieron, siempre valorando su vínculo y los recuerdos de su increíble aventura. Su historia se convirtió en un cuento querido, transmitido de generación en generación, un testimonio del poder duradero del amor y el triunfo de la calidez sobre el frío.
Vivieron felices para siempre, siempre agradecidos por el viaje mágico que los había reunido nuevamente.