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Acerca de la historia: La Palma Parlante de los Igbo es un Legend de nigeria ambientado en el Ancient. Este relato Descriptive explora temas de Wisdom y es adecuado para All Ages. Ofrece Moral perspectivas. Un árbol sagrado. Una profecía susurrada. Una lucha por la verdad y la supervivencia.
En el corazón de la tierra Igbo, donde los ríos cantaban al viento y los bosques susurraban secretos antiguos, se erguía una palmera como ninguna otra. Esta era Nkàlà, la Palma Parlante, un centinela sagrado que había velado por la tierra durante incontables generaciones.
Los ancianos de la aldea de Ndiogoro hablaban de Nkàlà en tonos bajos, sus voces impregnadas de reverencia y temor. Decían que el árbol guardaba la sabiduría de los ancestros, que hablaba con aquellos destinados a escuchar y que podía revelar lo invisible. Pero no todos los que se acercaban eran agraciados con una audiencia. Solo aquellos que el árbol consideraba dignos podían oír sus susurros.
Muchos desestimaban las historias como meras leyendas, las divagaciones de viejos sin nada mejor que hacer. Pero para Obinna, un joven cazador con una insaciable sed de conocimiento, los relatos eran más que mitos. Él creía en lo invisible, en los misterios que yacían más allá del velo de lo cotidiano. Y así, cuando escuchó los susurros por primera vez, su vida cambió para siempre.
Obinna no era un joven común. Mientras sus compañeros se contentaban con la agricultura y la lucha, él se sentía atraído por lo desconocido. Pasaba horas escuchando a los ancianos contar historias de espíritus y dioses, de guerreros y traiciones, de tiempos en que los hombres hablaban con los elementos y los elementos respondían. Una tarde, mientras el sol se sumergía en el horizonte, se adentró profundamente en el Bosque Iroko en busca de un antílope herido que había estado rastreando. El aire estaba cargado con el aroma de tierra húmeda y lluvia lejana. Avanzaba con cuidado, su lanza firme en mano. Entonces lo escuchó. *"Obinna..."* La voz no era ni alta ni baja. Era un susurro llevado por el viento, envolviéndolo como una fuerza invisible. Su respiración se detuvo. Se dio vuelta bruscamente. "¿Quién anda ahí?" Silencio. Un escalofrío recorrió su espalda. Había crecido en estos bosques y los conocía bien. Pero esto… esto era diferente. Entonces lo vio. En el corazón del claro se erguía una palmera como ninguna otra. Su tronco era grueso y antiguo, su corteza retorcida por la edad. Las hojas se mecían suavemente, aunque no había viento. El aire a su alrededor vibraba con poder, como si la misma tierra bajo ella palpitaran con vida. Y entonces, habló de nuevo. *"Acércate, Obinna."* El agarre de Obinna sobre su lanza se apretó. Su corazón latía con fuerza en su pecho, pero sus piernas se movían por sí solas. Dio un paso adelante, atraído por algo que no podía explicar. *"Buscas conocimiento,"* continuó la voz, profunda y rica, cargada con el peso de siglos. *"Buscas la verdad que está más allá del alcance de los hombres."* Obinna tragó saliva. "¿Quién… quién eres?" *"Soy Nkàlà, el guardián de la sabiduría. El protector de esta tierra. He visto a tus ancestros levantarse y caer, y ahora, te veo a ti."* Obinna había escuchado las historias, pero nunca las había creído, hasta ahora. Estaba frente a un árbol que hablaba. *"Se avecina una tormenta,"* continuó Nkàlà. *"Una sombra que amenaza con consumir tu aldea. Una traición desde dentro. Si no actúas, Ndiogoro caerá."* Un frío temor se asentó en los huesos de Obinna. Vio destellos de llamas, voces que gritaban, guerreros con vestimentas extranjeras. Vio sangre. *"Debes buscar al Que Ve Más Allá,"* dijo Nkàlà. *"Solo a través de él encontrarás el camino hacia la salvación."* Obinna retrocedió tambaleándose, la mente dando vueltas. ¿Una traición? ¿Alguien en la aldea, uno de los suyos, estaba conspirando contra ellos? ¿Pero quién? ¿Y quién era el Que Ve Más Allá? Nkàlà no respondió. Los susurros se desvanecieron en la noche, dejando solo silencio. Obinna sabía que no podía ignorar la advertencia. A la mañana siguiente, Obinna buscó a Dibia Ume, el adivino de la aldea. El anciano vivía al borde de la aldea, en una choza llena del aroma de hierbas y madera envejecida. Obinna le contó todo. El anciano escuchó en silencio, sus manos arrugadas descansando sobre su bastón. Cuando Obinna terminó, exhaló lentamente. "Debes buscar a Nneka, la Profetisa Ciega," dijo. "Ella reside más allá del río Oji, en las cuevas de los Espíritus Olvidados. Si hay alguien que puede ver más allá del velo, es ella." Obinna asintió. Partiría de inmediato. Empacó solo lo esencial: una pequeña bolsa de carne seca, una calabaza de agua y su confiable lanza. Al amanecer, partió. El viaje fue traicionero. Cruzó bosques densos donde criaturas invisibles observaban desde las sombras. Vadearon ríos hinchados por las lluvias, sus aguas tirando de sus piernas como manos invisibles. Pasaron los días. Su comida se agotaba, su fuerza menguaba. Pero él continuó. Cuando llegó a las cuevas, su cuerpo estaba débil, pero su determinación era fuerte. Dentro, junto a un fuego parpadeante, se sentaba una anciana envuelta en harapos. Sus ojos eran blancos como la leche, su rostro surcado por años de conocimiento y sufrimiento. "Has llegado," dijo antes de que él pudiera hablar. Obinna tembló. "¿Sabes por qué estoy aquí?" Ella asintió. "Nkàlà ha hablado." Él dudó. "¿Quién es el traidor?" Nneka tomó un pequeño calabazo lleno de un líquido oscuro y se lo entregó. "Bebe." Obinna vaciló. Luego, obedeció. En el momento en que el líquido tocó su lengua, su visión se nubló. Vio a Ikenga, su tío, hablando en tonos bajos con guerreros extranjeros. Su corazón se quebró. Su propio tío era el traidor. Obinna regresó a la aldea a tiempo para ver el festival en pleno apogeo. Ikenga se sentaba entre los ancianos, riendo y bebiendo. Obinna apretó los puños. Ahora conocía la verdad. A medianoche, el ataque llegó. Los guerreros extranjeros, liderados por Ikenga, se acercaron sigilosamente a las puertas de la aldea. Pero no esperaban resistencia. Obinna había advertido a los guerreros de Ndiogoro. Y ellos estaban esperando. La batalla fue feroz. Lanzas chocaron, flechas silbaron en el aire. El aroma de sangre llenó la noche. Los invasores eran fuertes, pero Ndiogoro luchó con más fuerza. Al amanecer, el enemigo yacía derrotado. ¿Y Ikenga? Estaba atado, llevado ante los ancianos. La justicia fue rápida. Días después de la batalla, Obinna regresó al claro sagrado. Se arrodilló ante Nkàlà, la Palma Parlante. *"Has hecho bien,"* susurró Nkàlà. Obinna inclinó la cabeza. "¿Y ahora qué?" *"Tu viaje apenas comienza. La sabiduría de Ndiogoro debe perdurar. Y tú también."* Obinna comprendió. Nkàlà lo había elegido, no solo como mensajero, sino como guardián de la sabiduría. Y así, la leyenda de la Palma Parlante continuó. Incluso hoy, en lo profundo de los bosques de la tierra Igbo, dicen que si escuchas con atención, aún podrías oír los susurros de Nkàlà. Contando las historias de aquellos que se atreven a buscar la verdad.El Susurro en el Viento
La Revelación del Árbol
El Inicio del Viaje
La Profetisa Ciega
La Batalla por Ndiogoro
El Guardián de la Sabiduría