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Acerca de la historia: La lágrima de la Gumiho de nueve colas es un Legend de south-korea ambientado en el Medieval. Este relato Dramatic explora temas de Romance y es adecuado para Young. Ofrece Moral perspectivas. Un amor que desafió al destino, una traición que abarcó siglos y una lágrima que poseía el poder de reescribir el destino.
La Luna del Zorro
El viento llevaba el aroma de pino y flores de luna a través de los bosques brumosos del Monte Inwangsan, susurrando entre las hojas de otoño como susurros de fantasmas. En algún lugar a lo lejos, un búho solitario ululó, su llamado devorado por el silencio de la noche. El lago en el corazón de la montaña brillaba bajo la luz de la luna llena, su superficie tan inmóvil como un espejo de plata.
Yeonhwa se encontraba al borde del agua, sus dedos pálidos rozando su superficie vidriosa. Estaba esperando—aunque no sabía por qué.
La Luna del Zorro siempre traía presagios extraños, y esta noche, el aire vibraba con la energía de algo invisible. Sus nueve colas se mecían perezosamente detrás de ella, cada una moviéndose con una gracia etérea, reflejando la luz de la luna como hebras de seda tejida.
Entonces, un sonido—un paso rompiendo la quietud.
Los ojos dorados de Yeonhwa destellaron hacia los árboles. No estaba sola.
Un hombre dio un paso adelante, sus ropas negras se mezclaban con las sombras del bosque. Su rostro le resultaba inquietantemente familiar, pero fue la forma en que pronunciaba su nombre lo que le hizo estremecerse.
"Yeonhwa…"
No era solo reconocimiento. Era tristeza.
Su aliento se detuvo en su garganta. "¿Quién eres?"
Él dudó, sus ojos oscuros de emoción. "Porque una vez… hace mucho tiempo… te amé."

El Mortal y el Zorro
Hace cien años, en la ciudad capital de Hanyang, había un erudito llamado Seo Jun.
Era un hombre de inteligencia serena, conocido por su amor a la poesía y la historia. Aunque nació en una familia noble, no tenía interés en la política ni en la riqueza. En cambio, pasaba sus días sumergido en libros, persiguiendo el conocimiento como otros perseguían la gloria.
Fue durante el Festival Anual de Linternas que su vida cambió para siempre.
La ciudad vibraba con luz y risas, las calles llenas de colores vibrantes. Las linternas de papel se elevaban hacia el cielo nocturno, llevando deseos a los cielos. Los niños corrían por los callejones, sus rostros iluminados por el brillo parpadeante. Los músicos tocaban sus flautas y tambores, llenando el aire con la melodía de la celebración.
Seo Jun vagaba por el festival cuando la vio.
Ella estaba bajo un cerezo en flor, observando las linternas con una expresión nostálgica, como si anhelara estar entre ellas.
Era hermosa—etérea, casi irreal. Su hanbok oscuro brillaba con la luz de las linternas, la tela fluyendo a su alrededor como agua. Sus ojos tenían un brillo travieso, pero también había tristeza en ellos, algo antiguo e incomprensible.
Sus miradas se encontraron.
Por un momento, el tiempo mismo pareció desacelerarse.
Luego sonrió.
"¿Te apetece un juego de acertijos, erudito?", preguntó, inclinando la cabeza con diversión.
Seo Jun, intrigado, devolvió su sonrisa. "Solo si hay un premio para el ganador."
Ella rió, un sonido parecido a campanillas al viento. "¿Y qué premio pedirías?"
"Si gano," dijo él, "me gustaría saber tu nombre."
"¿Y si pierdes?" replicó ella.
Él se rió. "Entonces mi corazón será tuyo."
"Palabras valientes," reflexionó ella. "Pero, ¿estás dispuesto a arriesgarlo?"
Su juego de ingenio duró hasta bien entrada la noche, y cuando las luces del festival comenzaron a desvanecerse, Seo Jun supo que había perdido—no el juego, sino a sí mismo.
Por primera vez en su vida, se había enamorado.

La Traición
Seo Jun y Yeonhwa se encontraban en secreto después de aquella noche.
Bajo los cerezos en flor, junto a los arroyos escondidos, en los rincones tranquilos del mundo donde nadie podía verlos. Ella le enseñaba las canciones de los espíritus, y él recitaba poesía a cambio.
Pero el amor entre un mortal y una Gumiho era algo frágil, siempre al borde de la tragedia.
Los cazadores reales del rey, conocidos como los Cazadores de Gumiho, habían estado siguiendo a la mujer zorro durante meses. Cuando los rumores sobre su presencia llegaron al palacio, tendieron una trampa cruel.
Una noche, Seo Jun fue convocado a la corte real.
"Has sido visto con el espíritu del zorro," acusó el ministro.
Seo Jun no lo negó.
La mirada del ministro era fría. "Nos traerás su corazón… o morirás junto a ella."
Seo Jun sintió que su mundo colapsaba.
Nunca podría traicionar a Yeonhwa. Pero si se negaba, ella sería cazada, su existencia erradicada sin piedad.
Atrapado entre el amor y el deber, tomó una decisión terrible.
La llevó a un bosque aislado bajo la apariencia de una escapada.
"Te protegeré," juró, sosteniendo su mano.
Ella le creyó.
Pero cuando los cazadores emergieron, con flechas tensadas y espadas brillando, la verdad se rompió como vidrio.
Yeonhwa no gritó cuando la primera flecha la alcanzó.
No fue dolor lo que llenó sus ojos dorados—fue desamor.
Seo Jun trató de detenerlos, pero fue demasiado tarde.
Mientras caía, su cuerpo oscilando entre zorro y mujer, una sola lágrima de plata se deslizó de su ojo, aterrizando en su palma abierta.
No era una lágrima de tristeza.
Era una lágrima de amor que nunca debió existir.
Luego, en un remolino de niebla y magia desvanecida, ella desapareció.
Las manos de Seo Jun estaban vacías.
La había perdido para siempre.
El Precio de una Lágrima
Seo Jun vivió el resto de sus días en arrepentimiento.
La lágrima de plata nunca envejeció, nunca se desvaneció, un cruel recordatorio de la mujer a la que había traicionado. Pasó años buscando una manera de traerla de vuelta, pero las puertas entre los mundos permanecieron cerradas.
Y entonces… renació.
Habían pasado cien años.
A través de algún giro del destino, Seo Jun había regresado—no como un erudito, sino como un hombre atormentado por recuerdos de una vida pasada.
Y ahora, parado frente a él, en el bosque iluminado por la luna, estaba Yeonhwa.
"Me traicionaste," susurró ella.
"Lo sé," dijo él, con la voz quebrada. "Y gastaría la eternidad pagando mis pecados si me lo permites."
Ella extendió la mano, sus dedos rozando la lágrima en su palma. En el momento en que la tocó, una luz plateada los envolvió.
Durante siglos, se decía que las lágrimas de las Gumiho tenían poder—para sanar, para maldecir, para reescribir el destino.
Y esta noche, el destino mismo temblaba.
Seo Jun sintió que su corazón latía más lento. Su forma humana parpadeó.
Yeonhwa jadeó. "Tú… te estás convirtiendo en uno de nosotros."
Seo Jun sonrió. "Preferiría ser un espíritu a tu lado que vivir otra vida separados."
Las lágrimas llenaron sus ojos—esta vez, no de tristeza, sino de esperanza.
La Lágrima de la Gumiho de Nueve Colas había reescrito su destino.
Y bajo la Luna del Zorro, su amor perduró—para siempre.