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Acerca de la historia: La Bruja del Bosque de Hoia Baciu es un Legend de romania ambientado en el Contemporary. Este relato Descriptive explora temas de Courage y es adecuado para Young. Ofrece Cultural perspectivas. Una inquietante historia de magia, traición y redención en el misterioso Bosque de Hoia Baciu.
El Hoia Baciu Forest, un extenso laberinto de árboles retorcidos y silencio inquietante, ha cautivado y aterrado durante mucho tiempo a quienes se atreven a adentrarse en sus profundidades. Este misterioso bosque, ubicado cerca de Cluj-Napoca en Rumania, está lleno de leyendas. Abundan las historias de luces extrañas parpadeando entre los troncos, susurros llevados por el viento que parecen llamar nombres, y figuras sombrías que desaparecen al acercarse. Sin embargo, en medio de estos relatos inquietantes, un nombre resuena más que los demás: la Bruja del Bosque.
Los aldeanos que viven a la sombra de Hoia Baciu pronuncian su nombre con una mezcla de miedo y reverencia. Dicen que protege el bosque de quienes quieren dañarlo y castiga a los indignos que se aventuran demasiado lejos. Algunos creen que es un fantasma; otros afirman que es una poderosa hechicera que eligió el exilio sobre la muerte. Pero nadie que la haya visto habla de ella a la ligera.
Esta historia no comienza con la bruja misma, sino con una joven llamada Emilia, cuya insaciable curiosidad la llevaría al corazón del bosque, donde la verdad detrás de la leyenda aguardaba.
Secretos en el Bosque
El sol de la mañana se filtraba por las grietas de las contraventanas, iluminando la pequeña cocina donde Emilia se sentaba, removiendo distraídamente una olla de té. El crujido rítmico de la mecedora de su abuela llenaba el silencio.
—¿Me estás escuchando, hija? —preguntó su abuela, Anca, con brusquedad.
—Sí, abuela —respondió Emilia—, aunque su mirada estaba fija en la ventana. Más allá del jardín modesto, se alzaba el borde del Bosque Hoia Baciu, sus árboles se mecían con una brisa que ella no podía sentir.
Anca suspiró y colocó su tejido en su regazo.
—Estoy hablando en serio, Emilia. Nunca debes entrar a ese bosque. No es un lugar para los vivos.
—Lo sé, lo sé —dijo Emilia, con la voz teñida de impaciencia—. Me lo has dicho cien veces.
—Y te lo diré cien más si eso te mantiene a salvo —dijo Anca, suavizando su tono—. El bosque toma lo que quiere y no devuelve nada.
Pero la curiosidad de Emilia era una llama obstinada. Había escuchado las historias de la Bruja del Bosque desde que era niña, susurradas en tonos bajos por aldeanos que afirmaban haber visto cosas extrañas entre los árboles. Sin embargo, siempre se había preguntado si la bruja era real o si todo era solo un cuento para evitar que los niños se aventuraran demasiado lejos.
Más tarde ese día, mientras recolectaba hierbas para los remedios de su abuela, Emilia se encontró más cerca del bosque de lo que había planeado. Los árboles estaban parados como centinelas, sus ramas retorcidas extendiéndose como si la invitaran. Algo en la forma en que las sombras se movían parecía estar vivo, casi invitante.
Antes de que se diera cuenta, estaba cruzando el umbral, sus pies crujían sobre las hojas caídas. El aire se volvía más fresco y los sonidos familiares de pájaros e insectos se desvanecían. Vagaba cada vez más profundamente, hasta que llegó a un claro extraño donde antiguos robles formaban un círculo perfecto. Sus ramas retorcidas formaban un dosel intrincado, permitiendo que solo haces de luz solar atravesaran. En el centro del círculo, el aire parecía brillar como si estuviera cargado de energía invisible.
—¡Emilia! —la voz de su abuela resonó, aguda y urgente. Emilia se giró para encontrar a Anca parada al borde del claro, su rostro pálido—. ¿Qué haces aquí?
—Yo... solo estaba mirando —balbuceó Emilia.
—Este no es un lugar para "solo mirar" —dijo Anca, agarrándola del brazo y alejándola—. Ese círculo es donde habita la bruja. ¿Quieres que te lleve?
Un Susurro del Pasado
De regreso a casa, la agitación de Anca persistía. Se ocupaba con sus hierbas, pero sus manos temblaban mientras trabajaba. Finalmente, sentó a Emilia junto al fuego y comenzó a contarle la historia que había mantenido enterrada durante mucho tiempo.
—Lavinia era su nombre —comenzó Anca, mirando las llamas—. Ella fue como yo, una sanadora, alguien que usaba los dones del bosque para ayudar a los demás. Pero los aldeanos, por su miedo e ignorancia, se volvieron contra ella. Las cosechas fracasaron y los niños se enfermaron, y ellos la culpaban a ella.
Emilia se inclinó hacia adelante, su pulso acelerándose.
—¿Qué le pasó?
—La persiguieron hasta el bosque —dijo Anca, con la voz cargada de tristeza—. Pero Lavinia no suplicó ni corrió. En cambio, se mantuvo firme. Llamó al propio bosque para que la protegiera, y respondió. Los árboles cobraron vida, atrapando a sus perseguidores. Pero el bosque hizo más que protegerla: la reclamó. Se convirtió en su guardiana, su espíritu. Ahora, ella lo vigila, y aquellos que cruzan su camino rara vez regresan.
Durante días, Emilia no pudo dejar de pensar en la historia. Intentó sacarla de su mente, pero el recuerdo del aire brillante en el claro la inquietaba. ¿Y si la bruja no era un monstruo? ¿Y si estaba malinterpretada, al igual que Lavinia?
La Bruja Revelada
En una noche iluminada por la luna, la curiosidad de Emilia superó su miedo. Se deslizó fuera de la cama, con el corazón palpitando mientras regresaba al claro. El bosque parecía darle la bienvenida esta vez, sus sombras abriéndose para guiar su camino.
Cuando entró en el círculo de robles, el aire crepitaba con energía. Una ráfaga de viento repentina extinguió su linterna, sumiéndola en la oscuridad. Y entonces, la vio.
Lavinia emergió de las sombras, su figura etérea y sólida a la vez. Su cabello oscuro fluía como la noche líquida, y sus ojos ardían con una luz que no era ni humana ni de otro mundo.
—No deberías haber venido aquí —dijo Lavinia, con una voz baja y resonante.
—Yo... quería verte —logró decir Emilia, con la voz temblorosa.
La bruja inclinó la cabeza, estudiando a la chica—. Pocos me buscan voluntariamente. ¿Por qué?
—Porque no creo que seas el monstruo que dicen que eres —dijo Emilia, ganando fuerza en su voz—. Creo que eres más que eso.
La expresión de Lavinia se suavizó y, por un momento, parecía casi humana—. ¿Y qué esperas encontrar aquí, hija?
—No lo sé —admitió Emilia—. Pero quizás tú sí.
Lecciones del Bosque
Durante las semanas que siguieron, Emilia regresó al bosque, cada vez adentrándose más en el mundo de Lavinia. La bruja le enseñó a escuchar a los árboles, a entender sus susurros y los ritmos del bosque. Le mostró cómo sanar con las plantas que otros pasaban por alto y cómo ver los hilos de energía que conectan todos los seres vivos.
Pero no todo era pacífico. Cuanto más aprendía Emilia, más consciente se volvía del frágil equilibrio del bosque. La codicia y la imprudencia de los aldeanos habían dejado cicatrices, y el poder de Lavinia no era suficiente para curarlas todas.
—Debes tener cuidado —advirtió Lavinia una tarde mientras estaban bajo los antiguos robles—. El bosque da, pero también quita. No dejes que te consuma.
Emilia asintió, pero podía sentir el tirón del bosque volviéndose más fuerte. Era como si los propios árboles susurraran su nombre, instándola a quedarse.
Un Ajuste de Cuentas
La noticia de las visitas de Emilia al bosque se difundió rápidamente por la aldea. Temeriosos de la creciente influencia de la bruja, los aldeanos decidieron tomar el asunto en sus propias manos. En una noche tormentosa, una multitud armada con antorchas y hachas marchó hacia el bosque, decidida a destruir el círculo de robles.
Emilia, percibiendo el peligro, corrió a advertir a Lavinia. Cuando llegó, la bruja ya la esperaba, sus ojos ardiendo de furia.
—No les escucharán —dijo Lavinia—. Nunca lo hacen.
Mientras los aldeanos entraban al claro, el bosque parecía cobrar vida. Enredaderas surgían del suelo, atrapando sus pies, mientras las ramas se extendían como brazos vivos. Pero los aldeanos contraatacaron, incendiando los árboles con sus antorchas.
—¡Paren! —gritó Emilia, entrando en la refriega—. ¡Están destruyendo todo!
Su voz se ahogó en el caos. Desesperada, se volvió hacia Lavinia.
—Tiene que haber otra manera. Por favor.
Lavinia dudó, su expresión dolorida.
—Si dejo que destruyan este bosque, dejaré de existir. Pero si lucho, nunca dejarán de hacerlo.
En ese momento, Emilia tomó una decisión. Entró en el centro del círculo, con los brazos extendidos.
—Llévame —dijo—. Si así salva el bosque, llévame.
El aire se volvió quieto. La mirada de Lavinia se suavizó y extendió la mano para tocar la mejilla de Emilia.
—Eres más valiente de lo que yo jamás fui —dijo—. Pero esta no es tu carga para llevar.
Con un último y poderoso impulso, Lavinia hizo que los aldeanos huyeran, sus antorchas se extinguieron y sus corazones se llenaron de miedo. Cuando el claro quedó silencioso, se volvió hacia Emilia por última vez.
—El bosque necesita una guardiana —dijo—. Alguien que pueda caminar la línea entre su magia y el mundo exterior. ¿Aceptarás?
Emilia asintió, con lágrimas corriendo por su rostro.
—Sí.
Desde ese día, Emilia se convirtió en la nueva guardiana de Hoia Baciu. Los aldeanos hablaban de ella en susurros, al igual que lo hacían con Lavinia. Pero aquellos que se aventuraban en el bosque no encontraban terror, sino una paz tranquila, como si el bosque mismo hubiera encontrado finalmente el equilibrio.
Y en los susurros de los árboles, Emilia aún puede oír la voz de Lavinia, guiándola mientras recorre el camino de la Bruja del Bosque.