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Acerca de la historia: El Zorro del Desierto y la Cabra Tonta es un Folktale de libya ambientado en el Ancient. Este relato Conversational explora temas de Wisdom y es adecuado para All Ages. Ofrece Moral perspectivas. En el corazón del desierto libio, una astuta zorra llamada Dahhak engaña a una ingenua cabra, Maysar, haciéndole promesas de un paraíso que le llevan a abandonar la seguridad de su oasis. Sin embargo, a medida que avanza el viaje, Maysar se da cuenta demasiado tarde de que ha sido engañado; ahora debe utilizar su ingenio para escapar de la mortal trampa de la zorra.
En el corazón del vasto desierto libio, donde las arenas doradas se extienden hasta donde alcanza la vista, vivía un zorro llamado Dahhak. Pero no era un zorro común: era conocido en todas partes por sus astutos trucos y su lengua de plata, una criatura que podía hablar para salir del peligro y conseguir cualquier cosa que deseara.
No muy lejos, enclavada dentro de un exuberante oasis, vivía una cabra joven y ingenua llamada Maysar. A diferencia de Dahhak, Maysar era confiado, inocente y estaba lleno de curiosidad. Creía en la bondad de todas las criaturas y nunca podía imaginar que alguien lo engañaría.
Esta es la historia de cómo los sabios y astutos engañaron a los necios y confiados, pero también de cómo los necios, una vez quemados, aprendieron a no ser engañados otra vez.
Maysar había vivido en el oasis desde el día en que nació. Era un paraíso en medio de las interminables dunas, un lugar donde fluía agua fresca, los árboles daban los frutos más dulces y la sombra ofrecía alivio del calor implacable del sol. Pero Maysar, joven y aventurero, no estaba contento con su pequeño y seguro mundo. Cada noche, mientras yacía bajo las palmeras que se mecen, soñaba con las vastas tierras más allá del oasis, lugares que nunca había visto pero que a menudo había imaginado: tierras llenas de campos verdes sin fin, ríos más anchos que el cielo y frutos tan raros que eran más dulces que la miel. Las cabras mayores le habían advertido a menudo sobre los peligros exteriores. *"Quédate dentro del oasis, Maysar. Más allá yace el desierto, y el desierto no es amable con los necios."* *"Y ten cuidado con Dahhak el Zorro,"* siempre le decía su madre. *"Es astuto, demasiado astuto para su propio bien. Si lo encuentras, nunca debes confiar en sus palabras."* Pero Maysar, joven y lleno de orgullo, siempre se reía. *"¿Por qué debería temer a un zorro? ¡Soy fuerte, soy rápido, y yo también soy astuto!"* Oh, cuán poco sabía. Un fatídico tarde, mientras Maysar vagaba más lejos de lo habitual, algo inusual llamó su atención. Allí, sentado sobre una gran roca calentada por el sol, había una criatura que nunca había visto antes. Un zorro. Su pelaje era lustroso, sus ojos agudos y su cola espesa se movía en el aire con pereza. *"Buen día, joven viajero,"* dijo el zorro, con voz suave y acogedora. Maysar dudó solo un momento antes de responder. *"Buen día para ti también. ¿Quién serías tú?"* Los labios del zorro se curvaban en una sonrisa amistosa. *"Oh, solo un humilde vagabundo,"* dijo. *"Un viajero de las arenas, un buscador de aventuras. Y tú, amigo mío, pareces alguien que también anhela la aventura."* Las orejas de Maysar se pusieron atentas. *"Se podría decir,"* admitió. Los ojos de Dahhak brillaron. *"Entonces, quizás, hoy es tu día de suerte."* En los días siguientes, Dahhak y Maysar pasaron tiempo juntos, conversando bajo la sombra de los árboles. El zorro hablaba en susurros poéticos, pintando imágenes tan vívidas que Maysar casi podía verlas en su mente. *"Más allá de estas dunas hay una tierra diferente a cualquier que hayas conocido,"* le dijo Dahhak. *"Allí, la hierba siempre está verde, los ríos nunca se secan y los árboles están cargados de frutos todo el año."* Maysar escuchaba, con los ojos abiertos de par en par. *"Eso suena… maravilloso,"* murmuró. *"¿Por qué conformarte con este pequeño oasis cuando podrías vagar libremente en tierras más allá de tus sueños?"* continuó Dahhak. *"Ven conmigo, Maysar. Déjame mostrarte."* Pero algo tiraba en el fondo de la mente de Maysar. *"Mi familia me dice que el desierto es peligroso,"* dijo vacilante. *"Que debo quedarme aquí."* Dahhak se rió entre dientes, sacudiendo la cabeza. *"Ah, solo dicen eso porque nunca han visto el mundo más allá,"* dijo con suavidad. *"El miedo es el enemigo de la aventura, mi amigo. Pero tú—"* Se inclinó más cerca. *"—eres diferente. Puedo verlo en tus ojos."* Y así, Maysar accedió a dejar el oasis. Al amanecer, Maysar siguió a Dahhak más allá de los árboles familiares, adentrándose en lo desconocido. La primera hora pasó fácilmente. La segunda, un poco más difícil. Para la tercera, el calor del desierto comenzó a pasarle factura. El oasis siempre había sido fresco y acogedor, pero aquí, la arena ardía bajo sus pezuñas, y el viento no traía consuelo—solo aire seco y sofocante. *"¿Estamos cerca?"* preguntó Maysar, con la voz ronca. Dahhak asintió. *"Paciencia, amigo mío. Las mejores cosas de la vida toman tiempo."* Pero pasaron horas, y aún no había señal del paraíso que Dahhak había prometido. La emoción de Maysar se convirtió en inquietud. *"Necesito agua,"* jadeó. *"Pronto,"* respondió Dahhak. Pasó más tiempo. Las patas de la cabra se sentían más pesadas con cada paso. *"¿Estamos perdidos?"* finalmente preguntó Maysar. Dahhak dejó de caminar. Se volvió, y por primera vez, Maysar vio la verdad en sus ojos. No había calidez. No había amistad. Pero hambre. *"Oh, mi querida cabra,"* dijo Dahhak, su voz ya no era amistosa. *"No estamos perdidos en absoluto. Estamos exactamente donde quiero estar."* El corazón de Maysar latía con fuerza en su pecho. Había sido engañado. *"¡Me mentiste!"* exclamó. Dahhak sonrió con suficiencia. *"Un zorro hace lo que debe para sobrevivir,"* dijo. *"Y tú, amigo mío, eres un buen festín."* Maysar dio un paso atrás. *"Por favor—"* *"No sirve de nada suplicar ahora,"* interrumpió Dahhak, acercándose. Los ojos de Maysar se movieron desesperadamente. Y entonces—lo vio. Un grupo de rocas dentadas cerca. Se lanzó corriendo. Dahhak lo persiguió, pero las cabras son rápidas en terreno rocoso, y Maysar subió a una cornisa donde el zorro no pudo seguir. *"Baja, Maysar,"* susurró Dahhak. *"No puedes quedarte ahí para siempre."* Pero Maysar finalmente había aprendido su lección. *"¡Puedo ser necio, pero no necio dos veces!"* declaró. Dahhak frunció el ceño. *"Muy bien. Disfruta tus rocas."* Y con eso, desapareció en las arenas. El viaje de regreso a casa fue largo, y Maysar estaba cansado, sediento y avergonzado. Pero cuando finalmente llegó al oasis, ya no era la misma cabra que se había ido. Su familia corrió hacia él, sus voces llenas de alivio y reproches. *"¡Te lo advirtimos, Maysar!"* Pero él solo asintió. *"Tenían razón,"* admitió. *"Dejé que la codicia me cegara. Pero nunca más."* Desde ese día, Maysar ya no fue la cabra necia. Y siempre que Dahhak se acercaba al oasis, lo encontraban a Maysar de pie sobre las rocas, observando. Esperando. Y esta vez, Dahhak supo que no debía intentar sus trucos de nuevo.El Oasis y la Cabra Necia
Una Propuesta Pícara
Hacia el Desierto
La Desesperación de la Cabra
Un Regreso con Sabiduría