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El Viaje de Leila a la Montaña Verde
Leila stands at the edge of an overlook, taking in the breathtaking view of Jebel Akhdar (Green Mountain) in Libya. The lush valleys, ancient ruins, and mist-covered hills stretch before her, promising a journey filled with adventure, history, and secrets waiting to be uncovered.

Acerca de la historia: El Viaje de Leila a la Montaña Verde es un Ficción histórica de libya ambientado en el Contemporáneo. Este relato Dramático explora temas de Valentía y es adecuado para Jóvenes. Ofrece Histórico perspectivas. El viaje de una joven hacia la Montaña Verde de Libia revela secretos ancestrales, leyendas olvidadas y un destino que nunca imaginó.

Leila siempre había estado cautivada por las historias que su abuela contaba sobre Jebel Akhdar, la Montaña Verde de Libia. De niña, se sentaba al lado de su abuela, escuchando atentamente mientras esta hablaba de antiguas ruinas escondidas bajo los dosel esmeralda, de valles brumosos donde susurros olvidados danzaban con el viento y de un lugar donde la historia y el mito se entrelazaban como las raíces de viejos olivos.

Pero ahora, siendo una joven al borde de la adultez, esas historias parecían más que simples relatos para dormir. Se sentían como un llamado, uno que había resonado dentro de ella durante años, aumentando su intensidad con el tiempo.

Decidida a responderlo, Leila hizo sus maletas y emprendió un viaje que la llevaría más allá de las conocidas calles de Trípoli, hacia el corazón del paisaje más misterioso de Libia. Sin embargo, lo que no se daba cuenta era que este no sería solo un viaje de descubrimiento, sino un viaje de destino.

El Camino a Jebel Akhdar

Leila abrochó su cinturón mientras Omar aceleraba el motor de su viejo Land Rover. El vehículo gemía en protesta, pero cobró vida con una tos y un estremecimiento.

—¿Estás segura de esto? —preguntó Omar, lanzándole una mirada de reojo—. Es un viaje largo, y no estoy completamente convencido de que esto no se desarme antes de llegar.

Leila sonrió con suficiencia, ajustando su mochila a una posición más cómoda.

—Me prometiste una aventura, ¿te acuerdas?

Él suspiró, sacudiendo la cabeza.

—¿Por qué diablos acepté esto?

—Porque no puedes resistirte a un viaje por carretera y, en el fondo, estás tan emocionado como yo.

Él soltó una carcajada antes de poner el auto en marcha.

—Buen punto.

Al dejar Trípoli atrás, el paisaje comenzó a cambiar. El extenso paisaje urbano se desvaneció en interminables extensiones de desierto, donde las dunas doradas brillaban bajo el sol. Pero cuanto más hacia el este viajaban, más se transformaba el paisaje.

La primera señal de cambio fue la aparición de olivares, cuyos troncos retorcidos se alzaban como centinelas silenciosos a lo largo del camino. Luego vinieron las colinas onduladas, sus laderas cubiertas de vegetación, una vista tan inesperada en el árido terreno de Libia que casi parecía como si hubieran entrado en otro mundo.

—Estamos cerca —murmuró Leila, con los dedos agarrando el borde del mapa.

Y entonces, al coronar una colina, Jebel Akhdar se reveló en todo su esplendor.

Leila y Omar exploran las antiguas ruinas griegas en Cirene, Libia, con columnas imponentes y un atardecer dorado de fondo.
Leila y Omar exploran las antiguas ruinas de Cirene, Libia. Columnas griegas majestuosas se erigen como vestigios de una civilización perdida, mientras Leila traza con cuidado una inscripción antigua en una columna caída. La cálida luz dorada del sol baña la escena, intensificando la sensación de historia y misterio que envuelve las ruinas.

La Montaña Verde se alzaba ante ellos, sus picos envueltos en niebla, sus valles ocultos bajo densos bosques. Era diferente a cualquier cosa que Leila hubiera visto antes: una tierra atrapada entre la historia y el mito, entre el pasado y el presente.

Omar soltó un silbido bajo.

—Está bien, lo admito. Este lugar es algo fuera de lo común.

Leila simplemente asintió, incapaz de apartar la mirada. Había esperado toda su vida por este momento. Y ahora, el verdadero viaje estaba a punto de comenzar.

Las Ruinas de Cirene

Su primera parada fue Cirene, una antigua ciudad griega enclavada en las montañas. Las ruinas se extendían ante ellos: altas columnas resistiendo desafiante el paso del tiempo, estatuas rotas medio enterradas en la tierra y templos cuyas bases aún conservaban susurros de oraciones olvidadas.

—¿Puedes imaginar cómo se veía este lugar en su apogeo? —reflexionó Leila, pasando los dedos por el mármol suave de una columna caída.

—Llena de eruditos, comerciantes y guerreros —añadió Omar—. Y probablemente algunos alborotadores también.

Ella rió.

—Entonces encajarías perfectamente.

Vagaron por los restos de un anfiteatro, donde los ecos de representaciones ya olvidadas parecían quedarse en el aire. Luego, en el extremo lejano de las ruinas, encontraron una inscripción tallada en la piedra. Era antigua, incluso milenaria, pero las palabras seguían siendo legibles:

—*Aquellos que buscan conocimiento deben escuchar al viento.*

Leila trazó las letras con las yemas de los dedos, una extraña sensación le recorrió la nuca.

—Eso es extrañamente poético —observó Omar.

—O profético —murmuró ella.

Aún no lo sabían, pero esas palabras regresarían para atormentarlos.

El Guardián de la Montaña

Esa noche, acamparon bajo un bosque de cedros, cuyas ramas se mecían suavemente con la brisa. El aire estaba fresco, llevando el aroma de la tierra y el pino.

Leila permaneció despierta, mirando las estrellas. En algún lugar a lo lejos, un búho ululaba.

Y entonces—

Un sonido de ramas crujientes.

Se sentó, acelerando el pulso. Omar se movió a su lado, buscando la linterna.

—¿Oíste eso? —susurró.

Antes de que pudieran reaccionar, una figura emergió de las sombras. Un anciano, vestido con túnicas libias tradicionales, con ojos tan agudos como los de un halcón.

—Buscan los secretos de la montaña —dijo—, su voz profunda y conocedora.

La respiración de Leila se detuvo.

—¿Quién eres?

—Un guardián de lo que ha sido olvidado.

Leila y Omar se sientan junto a una fogata en la Montaña Verde de Libia, escuchando a un anciano contar una historia misteriosa en la oscuridad de la noche.
Bajo la sombría cúpula del Jebel Akhdar, Leila y Omar se sientan junto a una parpadeante fogata, escuchando al jeque Abdul, un anciano enigmático que guarda los secretos de la montaña. Sus profundos ojos, llenos de sabiduría, reflejan la luz del fuego mientras comparte la leyenda de Wadi al-Kuf, un valle oculto del que pocos han regresado. La densa arboleda de cedros a su alrededor proyecta sombras inquietantes, preparando el escenario para un viaje inolvidable.

El nombre del hombre era Sheikh Abdul, y habló de un valle escondido en lo profundo de Jebel Akhdar: Wadi al-Kuf.

—Muchos han intentado encontrarlo —advirtió—. Pocos han regresado.

Omar se puso incómodo.

—¿Y por qué?

—Porque algunos secretos no desean ser descubiertos.

Pero Leila no se dejó amedrentar. Había llegado demasiado lejos para retroceder ahora.

Hacia el Valle de las Sombras

A la mañana siguiente, siguieron las instrucciones de Sheikh Abdul y se adentraron más en las montañas. El terreno era traicionero, los caminos estrechos y serpenteantes. Pero en el momento en que llegaron a Wadi al-Kuf, Leila sintió que su respiración se detuvo.

Leila y Omar se apresuran a ponerse a salvo mientras se desata un deslizamiento de tierra en Wadi al-Kuf, con rocas gigantescas cayendo en el neblinoso cañón.
En el corazón de Wadi al-Kuf, Leila y Omar están al borde de un impresionante cañón, rodeados de acantilados imponentes y vegetación exuberante. De repente, la tierra tiembla mientras un deslizamiento de tierra se desata sobre ellos, haciendo que enormes rocas caigan estrepitosamente. El aire se llena de polvo y escombros mientras Leila, instintivamente, agarra el brazo de Omar y ambos se apresuran a buscar seguridad en medio del caos. El valle oculto guarda sus secretos, pero también esconde peligros.

El valle era como salido de un sueño. Una densa niebla se enroscaba alrededor de acantilados imponentes, enredaderas colgaban de antiguos arcos de piedra y un río serpenteaba a través del corazón de todo.

—Es… irreal —exhaló Omar.

Pero el silencio era inquietante. No había pájaros, ni hojas crujientes. Solo quietud.

Y entonces, el suelo tembló.

Un retumbo profundo resonó por el valle mientras un deslizamiento de tierra estallaba desde los acantilados arriba. Rocas caían, bloqueando su salida.

—¡Muévete! —gritó Leila.

Apenas lograron ponerse a salvo antes de que el polvo se asentara. Y fue entonces cuando lo vieron—

Una abertura estrecha en la roca, medio oculta tras los escombros.

—Creo que acabamos de encontrar lo que buscábamos —susurró Leila.

La Cámara de los Secretos

Dentro de la caverna, el aire estaba cargado de polvo y antigüedad. Las paredes estaban cubiertas de inscripciones, cuyos significados se habían perdido con el tiempo. En el centro de la cámara se erguía un pedestal, sobre el cual descansaba una pequeña caja bellamente tallada.

El corazón de Leila latía con fuerza. Esto era todo. El secreto de la Montaña Verde.

Extendió la mano—y en el momento en que sus dedos rozaron la caja, las inscripciones comenzaron a brillar.

Una ráfaga de viento rugió a través de la cámara. Las paredes temblaron. Las voces del pasado llenaron sus oídos.

Entonces—

Oscuridad.

Un Nuevo Comienzo

Cuando Leila abrió los ojos, estaba de nuevo afuera, el sol calentando su piel. Omar estaba a su lado, mirándola con incredulidad.

—Te desmayaste —dijo—. Un segundo estabas tocando la caja y al siguiente—boom—. Te desmayaste.

Miró sus manos. La caja había desaparecido. Pero de alguna manera, no se sentía vacía.

Se sentía plena. Como si el conocimiento del pasado le hubiera sido transmitido.

—Creo que finalmente entiendo —susurró.

Este viaje nunca había sido sobre encontrar un tesoro. Había sido sobre descubrir una verdad.

Y ahora, era su responsabilidad llevar esa verdad adelante.

Leila y Omar están dentro de una cámara subterránea, contemplando una antigua caja resplandeciente que descansa sobre un pedestal de piedra.
En lo profundo de una cámara subterránea en Jebel Akhdar, Leila y Omar se encuentran delante de un antiguo pedestal de piedra. El aire está cargado de anticipación mientras inscripciones luminosas parpadean en las paredes circundantes. En la cima del pedestal descansa una caja antigua, finamente tallada, que irradia una energía inquietante. Con el corazón latiendo con fuerza, Leila extiende la mano con hesitación para tocarla, sin saber que este momento lo cambiará todo.

Mientras regresaban, echó una última mirada a la Montaña Verde, sabiendo que volvería.

Porque algunos viajes nunca terminan realmente.

Fin.

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