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Acerca de la historia: El Jaguar Guardián del Corcovado es un Legend de costa-rica ambientado en el Contemporary. Este relato Descriptive explora temas de Nature y es adecuado para All Ages. Ofrece Moral perspectivas. Un jaguar legendario acecha en las profundidades de Corcovado, protegiendo su hogar de aquellos que se atreven a destruirlo.
Introducción: La Selva Susurrante
La selva respiraba.
No de la manera en que lo hacían los humanos, con los pulmones expandiéndose y contrayéndose, sino con un ritmo más profundo y antiguo: un pulso en las hojas susurrantes, un latido en las cigarras cantoras, un suspiro en el viento que se entrelazaba entre el dosel. Estaba viva, una cosa ancestral, más vieja que los hombres que venían y se iban, más vieja que las leyendas susurradas alrededor de las fogatas parpadeantes.
Y dentro de esa extensión esmeralda del Parque Nacional Corcovado, bajo las raíces enmarañadas y los imponentes árboles ceiba, algo se agitaba. Algo observando, esperando.
Algunos lo llamaban un guardián. Otros lo consideraban un mito.
Pero Diego Vargas estaba a punto de descubrir que las leyendas no mueren. Simplemente esperan: ocultas, pacientes y eternas.
El Sendero de las Sombras
Las botas de Diego crujían sobre las hojas húmedas mientras seguía un sendero que no debería existir.
Había pasado los últimos tres meses estudiando jaguares para el Proyecto de Conservación de Corcovado, pero hasta ahora, habían permanecido elusivos. Fantasmas entre los árboles. Había capturado sus imágenes con cámaras con sensores de movimiento, visto evidencia de sus enormes patas presionadas en el suelo mojado, pero nunca se había encontrado cara a cara con uno.
Hasta ahora.
Arrodillándose, pasó los dedos sobre una huella fresca incrustada en el barro. Era enorme, más grande que cualquier rastro de jaguar que hubiera visto.
"No puede ser correcto", murmuró.
Los jaguares en Costa Rica típicamente pesaban entre 45 y 113 kilogramos. Este rastro sugería algo al menos el doble de ese tamaño: un animal de proporciones imposibles.
De repente, la selva a su alrededor quedó en silencio.
Un escalofrío le recorrió la espalda. Había pasado suficiente tiempo en estos bosques para saber que cuando el bosque dejaba de cantar, algo poderoso estaba cerca.
Un susurro en el sotobosque.
Luego—ojos.
Dorados, brillantes, mirándolo desde las sombras.
Se le cortó la respiración. Juraba que vio la silueta de un cuerpo felino musculoso, en posición de observar. Pero antes de que pudiera reaccionar, desapareció, fundiéndose nuevamente en la selva como si nunca hubiera estado allí.
El pulso de Diego tronaba en sus oídos.
¿Acababa de vislumbrar al Jaguar Guardián de Corcovado?
¿O era algo mucho más peligroso lo que acechaba en las profundidades de la selva tropical?
La Leyenda Vive

De regreso en el campamento, Diego se sentó junto al fuego, frotándose las sienes.
Su compañera de investigación, Mariana Solís, lo observaba desde el otro lado de las llamas. Ella era escéptica. Biológica experimentada, había pasado años estudiando jaguares y había escuchado todos los mitos, todas las historias exageradas sobre el supuesto guardián de la selva.
"¿Un jaguar tan grande?" dijo, levantando una ceja. "¿Estás seguro de que no estabas solo viendo cosas?"
Diego negó con la cabeza. "Sé lo que vi, Mariana. Y las huellas—tomé las medidas. No coinciden con nada que hayamos registrado en el parque."
Mariana suspiró. "Mira, durante generaciones se ha hablado de un jaguar legendario. Los locales lo llaman *El Guardián*. Pero nadie ha probado jamás que exista."
Diego se inclinó hacia adelante. "¿Y si es real? ¿Y si no es solo una leyenda?"
Mariana dudó, luego se puso de pie. "Entonces averigüémoslo."
Durante los siguientes días, rastrearon las misteriosas huellas más profundamente en la selva, instalando nuevas trampas fotográficas y siguiendo las señales.
Y luego, tarde una noche, lo escucharon.
Un rugido bajo y retumbante.
Era diferente a todo lo que Diego había oído—profundo, resonante, casi una advertencia.
No estaban solos en la selva.
Y algo los estaba observando.
Hacia el Corazón del Corcovado

Cuanto más se adentraban, más innegables se volvían las evidencias.
Las marcas de garras en los árboles eran diferentes a todo lo registrado en su base de datos. Profundas hendiduras, como si algo enorme hubiera afilado sus garras allí.
Y luego encontraron la trampa del cazador furtivo.
Una trampa de acero, medio oculta bajo las hojas.
Cerca, el cuerpo sin vida de un joven jaguar yacía inmóvil. Su pelaje dorado, antes vibrante, estaba marcado por el cruel acero de la codicia humana.
Diego apretó los puños. "Tenemos que detener esto."
Mariana asintió, su expresión sombría. "Si hay cazadores furtivos en la zona, tenemos un problema mayor que solo seguir una leyenda."
Un sonido—un gruñido, profundo y gutural.
Luego, desde la oscuridad, avanzó.
El Guardián.
Era masivo, más grande que cualquier jaguar jamás registrado. Sus músculos ondulaban bajo su pelaje dorado, las rosetas negras brillando bajo la luz de la luna.
Pero fueron sus ojos los que detuvieron la respiración de Diego.
No eran solo los ojos de un animal.
Eran antiguos.
Y estaban llenos de algo que Diego solo podía describir como propósito.
El Jaguar Guardián era real.
Y había venido a cazar.
El Depredador Silente

El Jaguar Guardián se movía como una sombra, sus enormes patas silenciosas sobre la tierra.
No era solo un animal—era una fuerza.
Y estaba cazando cazadores furtivos.
Diego y Mariana siguieron con cautela mientras el jaguar acechaba a través del sotobosque.
Adelante, un grupo de tres hombres se sentaba cerca de una fogata. Sus rifles descansaban contra un árbol caído, sus voces se perdían entre los árboles.
Se reían.
Inocentes de la muerte que les esperaba en los árboles sobre ellos.
Un destello de movimiento.
Luego—caos.
El Guardián saltó desde las sombras, un borrón de furia dorada.
Los cazadores apenas tuvieron tiempo de gritar antes de que cayera entre ellos, garras brillando, dientes al descubierto.
Diego y Mariana emergieron de los árboles, gritando, su presencia causando que los hombres se asustaran aún más.
En su pánico, los cazadores se dispersaron por la selva, dejando caer sus armas mientras huían.
Y así, el Guardián desapareció una vez más.
Un fantasma entre los árboles.
Protector de Corcovado

Las autoridades llegaron al día siguiente. Con las evidencias de Diego y Mariana, se lanzó una ofensiva a gran escala contra la caza furtiva ilegal.
Las trampas fueron desmontadas. Los campamentos ilegales fueron cerrados.
¿Y el Guardián?
Algunos decían que desapareció, cumpliendo su misión. Otros juraban que todavía lo veían observando desde las profundidades de la selva, esperando al próximo intruso lo suficientemente tonto para dañar su hogar.
Mientras Diego empacaba sus maletas para dejar Corcovado, se detuvo una última vez al borde de la selva tropical.
La selva estaba viva.
Y luego, solo por un momento, entre las hojas moteadas, los vio—dos ojos dorados, observando.
El Guardián seguía allí.
Y mientras la selva permaneciera, su protector continuaría.
Epílogo: La Selva Recuerda
Las leyendas no mueren.
Viven en los vientos susurrados. En las hojas susurrantes. En el brillo de ojos invisibles observando desde los árboles.
El Jaguar Guardián de Corcovado era real.
Y mientras la selva permaneciera, su espíritu nunca se desvanecería.