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Acerca de la historia: El Cascanueces y el Rey de los Ratones es un Fairy Tale de germany ambientado en el 19th Century. Este relato Descriptive explora temas de Courage y es adecuado para All Ages. Ofrece Cultural perspectivas. Un cuento fascinante de valentía, amor y un reino mágico.
Era una víspera de Navidad crujiente y helada en la casa de la familia Stahlbaum. La nieve cubría las calles como un manto de azúcar impalpable, y las ventanas brillaban cálidamente con la luz de innumerables velas. Dentro, la casa estaba llena de emoción. Marie y su hermano Fritz, dos niños curiosos e imaginativos, corrían por la sala mientras sus padres hacían los preparativos finales para las festividades de la noche.
Un glorioso árbol de Navidad se erguía en el centro de la habitación, sus ramas adornadas con cintas doradas, campanas plateadas y coloridos adornos de vidrio que brillaban como estrellas. Debajo de sus copas verdeantes yacía una variedad de regalos cuidadosamente envueltos, cuyo papel brillante y cintas insinuaban las sorpresas que contenían. Pero ninguno de los niños podría haber imaginado las maravillas que les esperaban en un pequeño paquete envuelto en papel marrón sencillo.
Sonó el timbre de la puerta y la emoción de los niños creció. Había llegado su querido padrino, el señor Drosselmeyer. Drosselmeyer, un relojero e inventor excéntrico, tenía un aire de misterio a su alrededor. A menudo regalaba a los niños maravillas mecánicas, como cajas de música o diminutas figuras automatizadas que bailaban por mandato. Este año, Drosselmeyer trajo algo inesperado. Entre la habitual variedad de juguetes y artilugios, presentó un cascanueces de madera con forma de soldado. No era el regalo más glamoroso: su uniforme pintado estaba desconchado y su rostro, aunque amable, tenía una sonrisa amplia y ojos saltones que le daban un aspecto un tanto cómico. Pero algo en el cascanueces encantó a la joven Marie. Lo sostenía con cariño, admirando su artesanía. Fritz, siempre travieso, agarró el cascanueces y puso a prueba su fuerza rompiendo una nuez especialmente grande. Un fuerte chasquido resonó en la habitación cuando se rompió uno de los dientes del cascanueces. Fritz rió, pero Marie se horrorizó. Regañó a su hermano y envolvió el cascanueces en un pañuelo, prometiendo cuidarlo. Esa noche, después de que las festividades terminaron y la casa quedó en silencio, Marie colocó el cascanueces en el gabinete de vidrio para resguardarlo. Le dio un beso de buenas noches, sin saber la aventura que estaba a punto de desplegarse. Marie se despertó justo antes de la medianoche, incapaz de sacudirse la sensación de que algo no estaba bien. Posposeó hacia la sala, donde la luz de la luna proyectaba largas y espectrales sombras por toda la habitación. Se acercó al gabinete para revisar su cascanueces cuando, para su asombro, el reloj de pie comenzó a sonar, no con su tono habitual, sino con una melodía extraña y casi siniestra. De repente, la habitación empezó a transformarse. El árbol de Navidad creció hasta un tamaño enorme, elevándose sobre Marie como un gigantesco dosel forestal. Los adornos brillaban con una luminosidad antinatural y los juguetes bajo el árbol comenzaron a moverse. Marie jadeó cuando un ejército de ratones emergió de las sombras, liderado por un grotesco Rey Ratón con siete cabezas y una corona sobre cada una. El cascanueces cobró vida, saltando del gabinete y reuniendo a los soldados de juguete para defenderse de los invasores. La batalla fue feroz. El cascanueces, empuñando un diminuto sable, luchó valientemente pero fue abrumado por las fuerzas del Rey Ratón. Desesperada por salvar a su amado cascanueces, Marie agarró su zapatilla y la arrojó al Rey Ratón con todas sus fuerzas. La zapatilla alcanzó su objetivo y el Rey Ratón soltó un grito antes de desaparecer en las sombras. La batalla terminó y el cascanueces se dirigió a Marie, inclinándose profundamente. "Me has salvado," dijo. "Por favor, acompáñame a mi reino, donde podré mostrarte mi gratitud." Marie sintió que la levantaban como si estuviera sobre una nube. Ella y el cascanueces flotaron a través de un túnel brillante de estrellas hasta que llegaron a una tierra encantada. Este era el Reino de los Dulces, un lugar de belleza inimaginable donde el aire estaba lleno del aroma de azúcar y canela. El cascanueces, ahora transformado en un apuesto príncipe, llevó a Marie a un gran palacio hecho completamente de caramelos y confitería. Fueron recibidos por el Hada de Azúcar, quien dio la bienvenida a Marie con los brazos abiertos. "Gracias por salvar a nuestro príncipe," dijo el hada. "Eres nuestra invitada de honor y celebraremos tu valentía con un gran festival." Marie fue llevada a un trono hecho de azúcar hilada, donde observó con deleite cómo artistas de todos los rincones del reino mostraban sus talentos. Los bailarines españoles giraban con castañuelas, representando la riqueza del chocolate. Los artistas árabes se movían con gracia para representar el café, mientras los bailarines chinos encarnaban la elegancia del té. Los bailarines rusos saltaban y giraban en una enérgica rutina con bastones de caramelo. Cada actuación era más deslumbrante que la anterior, dejando a Marie asombrada por la magia de este lugar maravilloso. Mientras continuaban las festividades, el príncipe compartió su historia con Marie. Explicó que una vez fue un príncipe humano maldito por la Reina Ratona, la vil madre del Rey Ratón. Ella lo había transformado en un cascanueces, condenado a existir como una muñeca sin vida hasta el día en que alguien puro de corazón lo salvara. "La Reina Ratona me maldijo porque me negué a dañar a su hijo, aunque él había destruido los tesoros de mi familia," explicó el príncipe. "Pero tu coraje y bondad han roto el hechizo." Marie escuchó con lágrimas en los ojos, su corazón hinchándose de admiración por el príncipe. Se dio cuenta de que su afecto por el cascanueces había crecido en algo mucho más profundo. El Hada de Azúcar llevó a Marie a recorrer el reino, mostrándole maravillas más allá de sus sueños más salvajes. Visitaron el Río de Miel, donde aguas doradas fluían entre orillas hechas de malvavisco. Caminaron por el Bosque de Menta, donde los árboles brillaban con una suave luminiscencia roja y blanca. En el centro del reino se erguía un palacio de cristal donde el hada reveló el tesoro más grande del reino: un globo de nieve mágico que contenía los recuerdos de cada niño que alguna vez había visitado. Marie miró dentro del globo y vio visiones de ella misma y el cascanueces bailando juntos bajo las estrellas. Al acercarse el amanecer, Marie sintió un tirón en su corazón. No quería dejar este mundo mágico, pero sabía que no podía quedarse para siempre. El príncipe tomó su mano y prometió que su vínculo nunca se rompería. "Siempre serás parte de este reino," dijo. "Y un día, nos encontraremos de nuevo." Marie regresó a casa, despertando en su cama con los primeros rayos de sol entrando por la ventana. El cascanueces estaba sentado en su mesita de noche, tan quieto e inanimado como antes. Se preguntó si todo había sido un sueño, pero en lo más profundo de su corazón, sabía que había sido real. Años más tarde, Marie se reunió con el joven sobrino de Drosselmeyer, quien guardaba un notable parecido con su príncipe cascanueces. Su conexión fue instantánea e innegable. A medida que se acercaban, Marie descubrió la verdad: él era, de hecho, su príncipe, liberado de su maldición por su valentía y amor. Se casaron en una ceremonia que parecía sacada de un cuento de hadas, y juntos construyeron una vida llena de la magia y el asombro de sus aventuras compartidas.El Regalo del Cascanueces
Un Despertar a Medianoche
El Viaje al Reino de los Dulces
La Historia del Príncipe
Los Secretos del Reino
Una Despedida Agridulce
Epílogo: Amor Cumplido