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Baba Yaga
Baba Yaga's hut on giant chicken legs in the mysterious Russian forest.

Acerca de la historia: Baba Yaga es un Folktale de russia ambientado en el Medieval. Este relato Dramatic explora temas de Courage y es adecuado para All Ages. Ofrece Moral perspectivas. El valor de una joven es puesto a prueba en un encuentro peligroso con la temible bruja, Baba Yaga.

En el corazón del denso bosque ruso, un lugar donde los árboles susurraban secretos y las sombras danzaban a su propio ritmo, vivía una criatura tanto temida como venerada. Su nombre era Baba Yaga. Su morada no era una cabaña ordinaria, sino una que se sostenía sobre patas de gallo gigantes, girando lentamente cuando soplaban los vientos y desplazándose a lugares desconocidos cuando lo deseaba. Las ventanas de la cabaña resplandecían de manera inquietante por la noche, proyectando una luz ominosa que advertía a los viajeros que se mantuvieran alejados.

Baba Yaga no era una bruja común. Era un ser antiguo, cuyos orígenes se perdieron en el tiempo. Su apariencia era tan terrorífica como las historias que se contaban sobre ella. Tenía una nariz larga y torcida, afilada como una daga, y dientes de hierro. Su cabello era un enredo salvaje de plata y gris, que combinaba con los cielos tormentosos que a menudo parecían reunirse sobre su hogar. A pesar de su temible semblante, Baba Yaga era una criatura de inmensa sabiduría y poder, capaz de una gran crueldad y de una bondad inesperada.

En una aldea cercana, se contaban historias sobre Baba Yaga para asustar a los niños y hacerlos obedecer. Los padres advertían a sus hijos que si se portaban mal, Baba Yaga los arrebataría de repente. Pero más allá de estas historias, había susurros de aquellos que la buscaban, desesperados por su conocimiento o por los objetos mágicos que poseía.

Uno de esos buscadores era una joven llamada Vasilisa. Era un alma amable y valiente, que vivía con su madrastra y sus hermanastras crueles. Su madre había muerto cuando era pequeña, dejándole una muñeca pequeña y tallada que tenía el poder de cobrar vida y ofrecer consejo. La madrastra y las hermanastras de Vasilisa la trataban terriblemente, obligándola a hacer todas las labores domésticas y alimentándola con las sobras. Envidiaban su belleza y su buen corazón, y un día idearon un plan para deshacerse de ella para siempre.

—Vasilisa, se nos está acabando leña —dijo su madrastra con un brillo malicioso en los ojos—. Ve con Baba Yaga y trae algo. Seguramente, la gran bruja nos prestará su fuego.

Vasilisa conocía el peligro de tal tarea, pero también sabía que no tenía opción. Con la muñeca de su madre guardada en su bolsillo, se adentró en el bosque, su corazón pesado de miedo pero también con una chispa de determinación.

A medida que se adentraba más en el bosque, los árboles parecían cerrarse a su alrededor y ruidos extraños resonaban en el aire. Pero Vasilisa continuó, guiada por los susurros silenciosos de la muñeca. Después de lo que pareció una eternidad, llegó al claro donde se erguía la cabaña de Baba Yaga, sus patas de gallo arañando la tierra inquietamente.

—Pon la espalda al bosque, tu frente hacia mí —susurró Vasilisa, recordando las palabras que había escuchado en las historias. Para su asombro, la cabaña giró, presentándole su puerta. Temblando, llamó a la puerta.

La puerta crujió al abrirse, revelando a Baba Yaga en toda su terrorífica gloria.

—¿Quién se atreve a perturbar mi hogar? —gruñó la bruja.

—Soy yo, Vasilisa —respondió la niña, intentando mantener la voz firme—. Busco tu ayuda, gran Baba Yaga.

Los ojos de Baba Yaga brillaron con interés.

—Muy bien, niña. Puedes entrar. Pero debes saber esto: quienes buscan mi ayuda deben ganársela.

Dentro de la cabaña, el aire estaba cargado con el aroma de hierbas y pociones. Criaturas extrañas correteaban por doquier y las paredes estaban llenas de frascos con contenidos misteriosos. Baba Yaga hizo sentar a Vasilisa y le asignó una serie de tareas imposibles, tareas que seguramente llevarían a su muerte si fracasaba.

—Ordena estos granos antes del amanecer —ordenó la bruja, echando una bolsa de semillas mezcladas ante ella—. Si lo logras, consideraré ayudarte. Si fallas, serás mi próxima comida.

El corazón de Vasilisa se hundió, pero la muñeca de su madre cobró vida, ofreciendo orientación y asistencia. Durante toda la noche, la muñeca trabajó incansablemente, ordenando los granos con una velocidad sobrenatural. Cuando amaneció, la tarea estaba completada.

Baba Yaga estaba impresionada pero aún no satisfecha.

—Has hecho bien, niña. Pero debes completar dos tareas más antes de concederte lo que buscas.

Vasilisa, una joven con una expresión decidida, se acerca a la cabaña de Baba Yaga en el oscuro bosque.
Vasilisa se acerca valientemente a la inquietante cabaña de Baba Yaga en el corazón del oscuro bosque.

La siguiente tarea fue aún más desalentadora. Baba Yaga entregó a Vasilisa un pesado mortero y pistilo y le ordenó moler un enorme montón de maíz hasta obtener harina fina antes del próximo amanecer. Una vez más, la muñeca de Vasilisa la ayudó, y por la mañana, la tarea se había realizado.

Baba Yaga frunció el ceño pero no cedió.

—Tu última tarea —dijo, señalando una habitación sucia y desordenada—, es limpiar mi casa hasta que quede impecable. Si lo logras, podrás llevarte la leña que viniste a buscar.

Vasilisa trabajó sin descanso, fregando y limpiando cada rincón de la cabaña de Baba Yaga. La muñeca una vez más la asistió, asegurándose de que no quedara ni una mota de polvo. Para cuando el sol salió, la casa brillaba, y Baba Yaga no pudo encontrar ninguna falla en el trabajo de Vasilisa.

—Has demostrado tu valía, niña —dijo Baba Yaga con desgana—. Toma este cráneo con ojos ardientes; te proporcionará la leña que necesitas.

Vasilisa agradeció a la bruja y se apresuró a regresar a su aldea. El cráneo ardiente emitía una luz inquietante, guiándola a través del oscuro bosque. Al llegar a casa, su madrastra y sus hermanastras quedaron aterrorizadas al ver el cráneo. El fuego en sus ojos las consumió, dejándolas solo cenizas. Vasilisa finalmente quedó libre de su crueldad.

Con la ayuda de la muñeca de su madre y la sabiduría adquirida en su encuentro con Baba Yaga, Vasilisa prosperó. Reconstruyó su vida, convirtiéndose en una mujer sabia y amable. Los aldeanos, que antes susurraban historias de miedo, ahora hablaban de su valentía y de las maneras extrañas pero justas de Baba Yaga.

Baba Yaga le entrega un cráneo ardiente con ojos llameantes a Vasilisa dentro de su cabaña.
Baba Yaga, de mala gana, le entrega a Vasilisa una calavera con ojos ardientes como recompensa por haber completado sus tareas.

Pasaron los años y Vasilisa se convirtió en una leyenda por derecho propio. Se casó con un hombre amable y noble, y juntos tuvieron hijos que crecieron escuchando las historias de la valentía de su madre. Vasilisa a menudo hablaba de su viaje a la cabaña de Baba Yaga, enseñando a sus hijos que el coraje y la bondad podían conquistar incluso los miedos más oscuros.

Mientras tanto, en las profundidades del bosque, Baba Yaga continuaba su existencia enigmática. Ayudaba a quienes demostraban ser dignos y castigaba a quienes se atrevían a cruzarse en su camino. Su cabaña sobre patas de gallo permanecía como un símbolo de lo desconocido, un lugar donde la magia y el misterio se entrelazaban.

Vasilisa enseñando a sus hijos sobre el valor y la bondad junto a un acogedor hogar.
Vasilisa enseña a sus hijos sobre la valentía y la bondad, relatando su viaje a la cabaña de Baba Yaga.

Un día, un viajero, perdido y desesperado, tropezó con la cabaña de Baba Yaga. Era un joven que buscaba una cura para su madre enferma. Con el corazón lleno de esperanza y miedo, se acercó a la cabaña y llamó a la puerta, repitiendo las antiguas palabras:

—Pon la espalda al bosque, tu frente hacia mí.

La cabaña giró y la puerta se abrió, revelando a Baba Yaga.

—¿Quién se atreve a perturbar mi hogar? —preguntó, su voz resonando con poder.

—Soy yo, Dmitri —respondió el viajero—. Busco tu ayuda, gran Baba Yaga.

Baba Yaga lo miró detenidamente.

—Muy bien, Dmitri. Puedes entrar. Pero debes saber esto: quienes buscan mi ayuda deben ganársela.

Dentro, la cabaña era tan inquietante como siempre. A Dmitri se le asignó una serie de tareas imposibles, muy similares a las que Vasilisa enfrentó antes que él. Se le instruyó para ordenar granos, moler maíz y limpiar la cabaña hasta que quedara impecable. A diferencia de Vasilisa, Dmitri no tenía una muñeca mágica que lo ayudara. Confió en su ingenio y determinación, luchando por completar cada tarea con todas sus fuerzas.

Para sorpresa de Baba Yaga, Dmitri logró completar sus tareas, aunque no sin gran esfuerzo. Había demostrado su valía y, aunque a regañadientes, la bruja accedió a ayudarlo.

Dmitri recibiendo una poción brillante de Baba Yaga en su misteriosa cabaña.
Dmitri recibe una brillante poción de Baba Yaga tras haber completado con éxito sus imposibles tareas.

—Toma esta poción —dijo Baba Yaga, entregándole un frasco lleno de un líquido brillante—. Curará la enfermedad de tu madre. Pero recuerda, el poder de esta poción tiene un precio. Úsala sabiamente.

Dmitri agradeció a Baba Yaga y se apresuró a regresar a su aldea. La poción funcionó como prometido, sanando a su madre por completo. La noticia de su éxito se difundió y Dmitri se convirtió en una figura respetada en su aldea. Nunca olvidó las lecciones aprendidas de Baba Yaga, viviendo una vida de gratitud y humildad.

En cuanto a Baba Yaga, su leyenda continuó creciendo. Seguía siendo una figura de temor y fascinación, un símbolo de lo misterioso y lo mágico. Quienes se aventuraban en su bosque lo hacían con respeto y temor, sabiendo que la bruja podía ser tanto una enemiga implacable como una aliada poderosa.

Y así, la historia de Baba Yaga perduró, un cuento atemporal de miedo, coraje y el poder perdurable de la bondad.

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